El crecimiento y consecutivo desarrollo agrario debe ser establecido en base al esfuerzo del propio productor. Podrá recibir apoyo, acompañamiento, pero él tendrá que asumir la responsabilidad y escalar la “montaña” con todos los desafíos que ello implica.
El ámbito rural se caracteriza porque la productividad, en promedio, es 50% más baja que en las urbes, situación que se correlaciona también con sus indicadores en educación y salud. En el ámbito agrario, la migración juvenil es alta, perdiéndose lamentablemente, capital humano necesario.
En este marco, el agro del pequeño productor se seguirá desenvolviendo en crisis y con discutibles posibilidades de futuro, si no hay cambios radicales en su rumbo. El resultado hasta la fecha es un 45% de pobreza y 30% de vulnerabilidad.
Siendo el productor agrario pequeño, disperso y con baja o nula capitalización, la mejor herramienta para revertir su situación es la organización, en cualquiera de sus modalidades, (sociales, económicas y gremiales); asimismo, las organizaciones agrarias deben servir para implementar actividades de ayuda mutua y colaboración entre ellas. Esto también les servirá para gestionar y recibir servicios públicos y privados, y para mejorar la producción y comercialización de sus productos, es decir la compra y venta.
Este tema debe abordarse imperativamente, si se desea apoyar la construcción de un sistema de producción agrario diferenciado y competitivo, de acuerdo con los nuevos tiempos. Sin embargo, según la Encuesta Nacional Agropecuaria 2022, efectuada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), solo el 8% de los productores agrarios está organizado.
Este dato contrasta con lo que se anuncia y que da cuenta de la existencia de más de 6,000 comunidades campesinas y nativas, 385 cooperativas de producción y de servicios, más de 1,800 organizaciones de riego, entre Comités y Juntas, y de centenares de asociaciones y federaciones agrarias que se reclaman representativas en los 1,500 distritos donde, según INEI, se registra producción agraria.
Lo que parece evidente entre lo señalado por el INEI y la realidad es el profundo debilitamiento de los signos vitales de la organización campesina en todo el Perú, situación que obstaculiza su desarrollo. Sin embargo, también es necesario hacer notar que, inversamente a lo deseado, existen organizaciones agrarias lobistas y chantajistas que le hacen daño a la ética campesina, a las que es necesario enfrentar con decisión, tanto legal como socialmente. No hay que escamotear esta situación real. Cabe recordar que, no hace mucho, algunas de ellas han pretendido “hospedarse” en el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) y controlarlo a través de funcionarios de fachada.
Las organizaciones tienen su ciclo de vida: nacen, crecen, maduran, se enferman y mueren (también pueden renacer). Cuando las organizaciones son sociales, su diagnóstico se complica por su misión genérica. Pero, si es económico, el análisis de su flujo de caja es determinante para saber su estado existencial. Este circuito está asociado a la eficacia y eficiencia de su trabajo.
Si se acepta que la organización es condición, se impone aplicar un programa de capacitación y asistencia técnica para formar líderes y promover el desarrollo de las organizaciones. Sin una nueva generación de líderes, el trabajo será muy empinado y largo, e incluso imposible.
Es fundamental que los productores retomen las prácticas solidarias y colectivas que cada día se pierden más (para mejorar y limpiar los canales, construir centros de acopio, hacer caminos de penetración y silos, etc.); para que exijan servicios pertinentes y de calidad a las instituciones agrarias; y para que puedan acceder a insumos, servicios e insertar tecnología de forma asociada, mejorando sus predios, su productividad y competitividad.
En contraste con lo que señalan personas sin bagaje en el tema, quienes sustentan que las organizaciones son solo grupos de personas alineados por objetivos comunes, se levanta el concepto de Immanuel Kant, teórico alemán, quien señala que toda organización es un Sistema Abierto de Transformación (SAT).
Eso significa que toda organización: I) Está influenciada por el entorno o medio ambiente, para bien o para mal, y de ahí la necesidad del análisis interno y externo para evaluar y definir su camino pertinentemente, ii) Recibe medios humanos, tecnológicos y económicos para transformarlos en bienes y servicios y atender su mercado pre definido; y iii) Tiene 5 subsistemas que la deben configurar adecuadamente: Su razón de ser (misión), su organización interna (organigrama), su clima social (formación), su tecnología (software, finanzas, infraestructura), y su enfoque y método de gerencia (planificación, articulación con el mercado, liderazgo, seguimiento, etc.). Si un subsistema se quiebra, arrastra a toda la organización a la crisis.
Arquímedes nos ayuda y alumbra desde el pasado con su famosa frase que dice: “dame un punto de apoyo y moveré el mundo”. Esto debe ser asociado, en nuestro caso, a la necesidad de construir para nuestra prosperidad: organización familiar, organización agraria, organización comunitaria, organización empresarial, organización estatal (esta última venida a menos, lo cual explica gran parte de nuestra crisis como país).
En el caso particular del agro, se hace necesario saber más del estado actual de las organizaciones en las regiones, para lo cual el Padrón de Productores Agrarios del que dispone el MIDAGRI, puede servir de mucho para diagnosticar su situación operativa y saber de sus necesidades, pero también hay que saber si el MIDAGRI, en lo específico, tiene capacidad de respuesta para asesorar. Vista la situación actual, parece, por lo menos, que existe una alta desatención a este tema.
El trabajo de promoción de organizaciones no pasa, en principio, por correr a los registros públicos e inscribir la mínima iniciativa que se presente, sino que debe haber un periodo exigente de validación, más aún si son empresas. También se hace necesario evaluar la posibilidad que prestadores de servicios privados compitan con el Estado en la provisión de estos trabajos. La competencia es un buen tónico para aprender y mejorar.
¿Cuántos de nosotros, pobladores urbanos, constituimos empresas con nuestros vecinos? ¿Cuántos de nosotros, los urbanos, participamos en las organizaciones vecinales que nos corresponde? ¿Pocos, es cierto?
No hace mucho, fui invitado por la Asociación Pataz y por la consultora ACS S.A., al hoy famoso distrito de Pataz – La Libertad, para evaluar y apoyar a seleccionar mini proyectos de inversión que fueron presentados por los Comités de Desarrollo Comunal (CODECOs), cuyo financiamiento es asumido por la empresa minera La Poderosa y la Municipalidad Provincial de Pataz.
Fue grato saber que el esquema de organización interna de los CODECOs se basaba en un organigrama con roles en educación, salud y producción, superando la forma tradicional de organigramas basados en fiscales, vocales y tesoreros. Me sorprendió que los jóvenes de la comunidad, junto a sus padres, sustentaban sus proyectos de agua, agro, medio ambiente, educación y otros con base en el “árbol de problemas”; con la finalidad de ganar los recursos ofertados. Me gustó que hubiera una contrapartida asumida por la sociedad comunal para cofinanciar sus proyectos; me agradó también que los que no ganaron anunciaran que iban a preparar su próxima cartera de proyectos para el siguiente año. Me gustó la concurrencia del sector público y privado en este esfuerzo. Haber visto a decenas de dirigentes (básicamente jóvenes) defendiendo sus proyectos con tesón, fue estimulante.
El tema de la organización rural y agraria debe levantarse como una tarea impostergable. El productor agrario requiere de apoyo, éxitos y acumulación económica para invertir en innovación y así poder crecer. En esta línea, debe aplicarse complementariamente, como estrategia, el concepto de mercadeo de servicios.
No se trata de que el productor pague monetariamente por los servicios que recibe, sino que debe “pagar” con compromisos y con resultados: mejora de la productividad, ingresos, valor agregado, etc. En sus inicios, el Programa Juntos entregó dinero a los padres de familia con la condición de que llevaran a sus niños a las escuelas y centros de salud, lo que mejoró los indicadores en estas líneas. Sin embargo, el proyecto abandonó esta estrategia y nuevamente los indicadores de salud y educación se han revertido. Este esquema se llama servicios condicionados. Tampoco se puede seguir apoyando año tras año a las mismas organizaciones, con lo que se genera dependencia extrema, lo cual no es bueno. Debe transitarse por una estrategia de escalamiento.