COLUMNA DE:
Angel Manero

Angel Manero

Ministro de Desarrollo Agrario y Riego. Ingeniero Agroindustrial con Maestría en Administración de Agronegocios. Consultor senior en Desarrollo Productivo y Negocios Agrarios.
08 marzo 2023 | 10:11 am Por: Angel Manero

LA EFICACIA DE LA PEQUEÑA AGRICULTURA

LA EFICACIA DE LA PEQUEÑA AGRICULTURA

La alimentación de los peruanos se da en base a la producción nacional e importaciones. Las importaciones son básicamente de trigo, aceite, maíz y soja para pollos y ganado; mientras que, la producción nacional se da fundamentalmente gracias a la oferta de pequeños productores de todo el país.

La pequeña agricultura peruana ha demostrado una eficacia muy alta en conseguir el objetivo de alimentar a la población no la detuvo el COVID 2019; ni el alza de los insumos agravada con la guerra Rusia-Ucrania; y tampoco, la supuesta sequía del 2022. Cabe precisar que no se puede hablar de sequía en octubre o noviembre cuando el 75% de nuestras lluvias caen de diciembre a abril. Cada año hay más alimento en los mercados.

El otro lado de la moneda es la eficiencia; pues, si bien es cierto la pequeña agricultura cumple el objetivo de alimentarnos; muchas veces lo hace perdiendo plata. Año tras año, encontramos eventos de exceso de cosechas que bajan los precios para el productor; aunque, no necesariamente para el consumidor.

La exportación de palta viene de una década de buenos resultados y recién el año 2022 ha empezado un ciclo distinto; el mango, suele tener por cada cinco años: dos años malos y tres años entre regulares y buenos. La pequeña agricultura orientada al mercado nacional de la papa, camote, yuca, cebolla roja, menestras, zapallo, zanahoria; entre otras, por cada cinco años: suele tener -a estimación gruesa- tres años malos y dos años entre regulares y buenos.

La gran empresa privada no sobreviviría con el vaivén de precios que padece la pequeña agricultura; y de hecho, esta es la razón principal por la que no vemos grandes empresas en papa, camote, yuca, zapallo, cebolla roja etc. Si desaparecieran los pequeños productores, ese vacío sería llenado por las empresas en un proceso donde sostenidamente subirían los precios para el consumidor; y llegaríamos a una estructura de mercado muy similar a lo que es el azúcar actualmente, donde el precio que pagamos los peruanos en el mercado nacional suele estar muy por encima del precio internacional. Y aquí no critico a los azucareros, los aplaudo.

El pequeño productor sigue produciendo; primero, porque tiene esperanza de que vendrán años buenos; y segundo, porque el campo es una especie de alcancía donde vamos depositando los insumos y la mano de obra familiar; llegada la cosecha, se obtiene un ingreso medianamente importante. Es muy probable que en la mayoría de las veces se pierda dinero desde el punto de vista financiero; sin embargo, casi nunca se hacen cálculos. Adicionalmente, el campo culturalmente casi nunca se queda sin sembrar.

Muchas veces los campos de pequeños productores son alquilados a terceros, y estos arrendatarios son muy especializados en producir, tienen alta productividad y eficiencia; sin embargo, no logran crecer en el tiempo por el problema de los precios que suelen caer periódicamente; el mismo mercado los manda a la lona cada cierto tiempo.

En muchos casos, el campo es la segunda escuela de los hijos del productor; un espacio para tenerlos ocupados y responsables de algo; además, existe un sentido de la propiedad que les da un relativo orgullo y satisfacción; y en casi todo el Perú, el campo es un activo que cada década vale más.

Actualmente, la quinua a menos de 3.50 soles/kilo en chacra, solo puede ser cultivada por pequeños productores, no hay espacio para la gran empresa; perdura el pequeño productor que solo tira la semilla, algo de guano del corral y esperar la cosecha. Imaginemos ahora una palta hass en el peor escenario de mercado supuesto (mayo del 2023): 40 centavos de dólar/kilo en chacra; allí, el gran productor peruano que tiene el récord mundial de productividad pierde plata; pero, el pequeño productor que con su propio trabajo poda su planta, le echa algo de azufre barato y guano del corralito, hace que sus egresos de flujo de caja sean prácticamente cero, este pequeño productor puede resistir. Del mismo modo, no hay forma de que las grandes granjas de cuyes puedan competir con las familias que crían sus cuyes en un corralito o dentro de la casa y les dan buenamente el pasto que recogen del campo.

Es importante dar una mirada a la cadena comercial. La papa blanca, por ejemplo, esta semana tiene un precio de 1.10 soles/kilo en el mercado mayorista; eso da para pagar 60 céntimos al productor en chacra; pero, cuando la papa llega al minorista ésta puede costar entre dos y tres soles el kilo.

Cuando llegó el COVID 2019, el minorista fue una especie de héroe que salía de su casa a comprar al mayorista y llevaba el producto al mercadillo local; el margen (utilidad del minorista) subió en ese entonces; pero, ya casi pasaron tres años y esos márgenes altos se han sostenido. El minorista deduce rápidamente que a esos precios el consumo se reduce muy poco; la gente se queja, pero sigue comprando.

La eficiencia operativa/comercial no da para que buena parte de los pequeños productores se pongan a vender su cosecha directamente en el mercadillo local; de hecho, muchas veces pasa que un productor y su familia también tienen su puesto en los mercados para vender su cosecha y compran a otros productores; ello, los convierte en un comerciante más. De otro lado, las cooperativas son una agenda pendiente en el Perú.

Por lo general, el agricultor solo quiere producir, el tema comercial no va con su modo de vida; tampoco funcionan los “mercados del pueblo”, “de la chacra a la olla” etc. El único camino que queda para mejorar los precios en chacra para el productor definitivamente es con el desarrollo del país: cuando las carreteras y vías sean mejores, cuando haya infraestructura logística de primer nivel y mayor competencia entre mercadillos, mayoristas, grandes tiendas y supermercados.