COLUMNA DE:
Angel Manero

Angel Manero

Ingeniero Agroindustrial con Maestría en Administración de Agronegocios. Consultor senior en Desarrollo Productivo y Negocios Agrarios.
25 enero 2021 | 09:14 am Por: Angel Manero

EL DÍA DESPUÉS DE LA CUARENTENA

EL DÍA DESPUÉS DE LA CUARENTENA

El Perú experimentó el año 2020 los peores resultados, en el mundo, de desempeño económico y sanitario respecto al COVID 19. El año pasado tocamos fondo y -sin hacer mucho- este año debemos crecer varios puntos porcentuales (el crecimiento se mide con respecto al año anterior).

Para este año, algunos economistas proyectan un crecimiento entre 7 y 12% del PBI; aunque, por lo dicho anteriormente esa cifra será un espejismo. En unos meses pasaremos esta nueva ola de contagios del COVID 19, llegará la vacuna y cuando los peruanos respiremos aliviados porque la economía se abrirá completamente, vamos a encontrar que el país cambió de manera radical.

Muchas empresas de servicios vinculadas a la gastronomía, turismo o comercio habrán quebrado; la construcción se afectará por la menor compra o alquiler de casa hogar y oficinas; las agroexportadoras -sin incentivos- habrán dejado de invertir como en años anteriores; los jóvenes que han abandonado los estudios no encontrarán empleo fácilmente al igual que los egresados en los últimos años; la clase media ya no tendrá ahorros. En general, tendremos un escenario de crisis de empleo que abonará a un clima social adverso a proyectos extractivos como los mineros.

El estado peruano parece no haber realizado modelos de comportamiento del empleo en la etapa post COVID; tampoco los candidatos presidenciales dan señales de saber qué hacer con el país y se pierden en temas mínimos o en elucubraciones abstractas que no aterrizan a nuestra realidad.

La economía del país depende en un 80% de la inversión y gasto privado y un 20% de la inversión y gasto público; del sector privado depende el empleo en el país y por ello es importante establecer un mecanismo de promoción de la inversión que nos haga atractivos para los inversionistas nacionales y extranjeros. Es destructivo para nosotros que inversionistas nacionales prefieran invertir en el extranjero por la estabilidad de sus inversiones y que otros países atraigan inversión que podría llegar aquí y dar empleo formal y de alta calidad a los peruanos.

A finales de año, el Perú recién será consciente del inmenso daño que nos hemos hecho, eliminando el moderado paquete de incentivos que tenía la agroexportación, pero la clase política no querrá reconocer su error ¿Qué hacer al respecto?

Nos toca tomar medidas audaces, pero con lógica técnica y económica: debemos establecer, de una vez, en nuestra legislación un beneficio tributario para la reinversión de utilidades en todos los sectores de la economía que generen empleo de manera intensiva (agro, industria, pesca, gastronomía, turismo y construcción) que las empresas de cualquier tamaño solo paguen 15% de impuesto a la renta para la reinversión de utilidades (la tasa general actual es 29.5%) esto sería por un periodo de cinco años.

No hay mucha ciencia para determinar el beneficio/costo de esta medida. Para un año que se podría considerar normal, como lo fue el 2019 (memoria BCR) la recaudación tributaria del país fue de S/ 113 mil millones; de ello, los ingresos fiscales por impuesto a la renta fueron de S/ 44 mil millones; de ello, la renta correspondiente a empresas -incluyendo regularización- fue de S/ 25 mil millones; de ello, los sectores productivos/servicios incluidos en mi propuesta (beneficio a la reinversión de utilidades) representan aproximadamente S/ 6 mil millones anuales. Lo anterior, indica que el impacto fiscal de la propuesta que se plantea es cercano a S/ 3 mil millones anuales. Para referencia, la inversión en la agroexportación del 2,019, cercana al 15% de la facturación, superó los S/3.5 mil millones ese año; si hiciéramos similar análisis para la construcción, encontraríamos que el impacto en la inversión es varias veces el monto que el Estado deja de recaudar; ya que las utilidades reinvertidas se suman al capital que apalancan las empresas en los mercados financieros.

Con lo anterior, generamos empleo formal y el Estado recibirá mayor impuesto a la renta (laboral) y a las ventas (consumo de los privados) y lo más importante es que le dará al país el espíritu de confianza necesario para la reactivación económica que hará crecer la torta. El Estado no debería buscar retener una mayor tajada del pastel sino ambicionar que el pastel sea mucho más grande. No hay que esperar que venga un nuevo gobierno/congreso para que arregle el problema de crisis del empleo, porque dada la urgencia: es responsabilidad ineludible de clase política actual.