COLUMNA DE:
Angel Manero

Angel Manero

Ingeniero Agroindustrial con Maestría en Administración de Agronegocios. Consultor senior en Desarrollo Productivo y Negocios Agrarios.
09 febrero 2011 | 12:41 am Por: Angel Manero

Inflando la estructura de mercados

Sin Imagens

El tamaño de la economía peruana en términos del PBI es aproximadamente USD 145,000 millones. El consumo privado (65% del PBI) representa unos USD 93,000 millones. Para darnos una idea de los mercados agropecuarios el PBI Agropecuario (7% del PBI) llega a unos USD 10,000 millones. El mercado del arroz tiene un tamaño aproximado de unos USD 1,200 millones, el mercado de azúcar de USD 800 millones, el de la leche unos USD 900 millones, el de los aceites USD 600 millones. Un incremento individual de los precios de los alimentos no tiene representación significativa sobre el total del consumo.

Los alimentos y bebidas representan el 38% de la canasta básica del consumo y definitivamente son parte importante de ella y si todos los alimentos subieran de precio al mismo tiempo y de forma regular serian serios causantes de presiones inflacionarias. No obstante por lo general los aumentos de los precios en los alimentos no se dan en forma conjunta excepto que haya un contexto de precios internacionales al alza y que van casi siempre de la mano con el alza del precio internacional del barril de petróleo (actualmente bordeando los USD 90).

Lo anterior referido a la inflación supone condiciones céteris páribus es decir que el Banco Central de Reserva –BCR- no intervenga, puesto que el tamaño de la liquidez en moneda nacional (monedas, depósitos, certificados y otros valores) tienen un efecto directo sobre la inflación puesto que las inyecciones de soles en la economía también hacen presión inflacionaria (en abundancia el valor de la moneda disminuye) el BCR tiene mecanismos para inyectar o retirar soles de la economía, normalmente aplica estos mecanismos para suavizar las variaciones del tipo de cambio sin embargo también son aplicables al control de la inflación (su principal rol constitucional).

Un crecimiento de la economía que hace elevar el gasto privado y el gasto público son los principales elementos que catalizan las presiones inflacionarias. Si el consumo aumenta de manera importante entonces el BCR no podrá contener totalmente la inflación ya que podríamos caer en recesión.

Podemos decir que si bien es cierto los precios de los productos de la economía son los gatillos de la inflación, el BCR tiene herramientas para contenerla pero siempre en la medida que no se desborde el gasto público y privado. Pero en un escenario donde la economía crece, el estado recauda más impuestos y se emociona gastando más (en partidas que no sean de inversión pública) y encima existe un alza progresiva del precio internacional del petróleo, entonces contener la inflación será tarea de fuerzas celestiales o sagradas.

Es por estas razones que las promesas electorales de precios bajos o precios estables que vayan acompañadas de un mayor gasto fiscal corriente son casi imposibles de cumplir. Por muchos años el campo “ayudó” a los gobiernos a contener la inflación, la sobreoferta estacional por lo general ha acostumbrado a las ciudades a pagar muy poco por los alimentos, pero esta situación está cambiando.

A los ministros de economía (a veces los de agricultura también) que les gusta mostrar cifras de crecimiento del país no se les ocurre mejor idea que curarse en salud de presiones inflacionarias buscando presionar a los ofertantes de productos agrícolas a que aumenten o aseguren un abastecimiento regular en los mercados. Cuando en realidad en lo que se debe trabajar es en el desarrollo de oferta a través de una mayor competencia y éste es un proceso de mediano plazo.

Que haya más ofertantes va a depender de tener aranceles más bajos y generar condiciones apropiadas para la inversión en el campo (infraestructura, educación y seguros de riesgo).

Debemos apuntar a que haya más competencia en los mercados pero de forma proactiva atrayendo inversiones. Aunque no necesariamente la competencia se va a manifestar en el número de ofertantes ya que la verdadera competencia debe verse reflejada en precios competitivos a nivel internacional.

Existen rubros donde se necesitan grandes empresas con liderazgo de costos y muy competitivas (azúcar, leche, aceite, biocombustibles etc.) aquí existirán un grupo reducido de empresas muy grandes (salvo en nichos especiales) dado que se necesita un nivel importante de economía de escala, caso contrario importar sería más conveniente. Es decir debemos aprender a convivir con estas grandes unidades productivas agropecuarias pues caso contrario los productos se importarán y no habrá desarrollo en nuestro sector rural, salvo que queramos volver al modelo proteccionista que nos haría retroceder enormemente.

Lo anterior me lleva a insistir que es una pérdida de tiempo hurgar en la regulación de la competencia en el agro ya que los productos pueden entrar por importación o – lamentablemente- por contrabando o reemplazarse con sustitutos. INDECOPI no tiene actividad por supervisar en el agro como sí la tiene árdua en los servicios (transporte aéreo, telecomunicaciones, puertos, gas natural, transmisión eléctrica) y en muchos casos con serios problemas de estructura de mercado.

Lo peor que podemos hacer es seguir el modelo boliviano de entrar a regular precios. Si hay mercados que no funcionan es mejor completarlos desde el lado del demandante, ayudar al comprador a alcanzar la oferta del vendedor. Por ejemplo el mercado de seguros agrícolas es un mercado que necesita completarse de esa forma con un subsidio temporal al agricultor, un subsidio que permita el desarrollo de este mercado por sí solo en cinco o diez años, mercado que irá de la mano con el desarrollo del mercado financiero.

Ayudar al comprador es mucho más efectivo para una economía competitiva que querer obligar al vendedor a que cobre menos, pues esto último genera mercados negros, contrabando, informalidad y desalienta la inversión.