Miguel Ordinola
Secretario Ejecutivo-Alianza de Aprendizaje Perú
Docente de Post Grado de la Pontificia Universidad Católica del Perú
Recientemente se desarrolló 33 edición de la Convención Minera PERUMIN 2017, y se plantearon conclusiones de importancia tanto para el sector minero, como para la economía peruana en general. Se informó que el gobierno brindará las facilidades para que hasta el año 2019, se concreten proyectos valorizados en US $9.228 millones. Asimismo, se indicó el desarrollo de una nueva ola de proyectos de ampliación y exploración minera para los próximos años, que se sustentan en el alza de los precios de los metales (para el 2017 se precisa que existen más de US $2.300 millones destinados a inversiones del sector minero). Se habla de un “mini boom” minero que recién se está gestando y la pregunta es si se rescatan lecciones aprendidas del “boom” del 2004-2011, sobre todo por el lado de como la minería se relaciona con otros sectores de la economía del país (principalmente con la agricultura).
Una de las discusiones que surge siempre es si la agricultura y la minería son compatibles y si pueden articularse para promover el desarrollo en los territorios donde coexisten como actividades productivas claves.
El principal recurso que es motivo de discusión es el agua. Existe poca información del recurso hídrico en general (solo hay información para el 25% de las cuencas existentes en el país). En esta situación no se puede hacer un balance hídrico (que debería hacerse en horizontes de 50 años), y cuando empieza un proyecto no se hace con esa planificación de largo plazo. Se debe analizar el lugar donde la minería se desarrolla. Hay lugares donde el costo de oportunidad del agua es mucho más alto que otro. Por ejemplo, en el caso de El Tambo, se realiza actividad agrícola en un valle y el costo de oportunidad del agua es mucho más importante para toda la gente que está asentada en esos lugares. Hay que mirar el costo de oportunidad, no solamente económico sino también social porque hay muchas acciones que dependen del recurso hídrico. La experiencia internacional nos dice qué teniendo información transparente, oportuna y accesible sobre el uso de este recurso en los territorios, es posible que estas dos actividades puedan ser complementarias, y lo que se debe asegurar que se use el agua de manera eficiente.
Por el lado de las zonas donde se desarrolla la minería, desde hace más de 15 años se está invirtiendo para promover programas productivos en la sierra, en el marco de la actividad minera. Hay que sacar lecciones de todo este proceso. La gran pregunta es cómo pasamos a intervenciones de escala. Para esto deberíamos considerar cuatro temas: Primero, que el agua es clave, entonces promovamos inversión pública y privada para que el recurso agua sea complementario entre agricultura y minería. La minería tiene esa lógica de uso de escala del agua y el Estado puede trabajar el tema del uso parcelario con fines productivos (por ejemplo, con el programa denominado Sierra Azul, aprovechando las inversiones mineras). Segundo, hay que tener infraestructura para que una actividad productiva que se promueva sea competitiva. Mientras que el Estado no de una base de infraestructura importante para el desarrollo competitivo de las regiones y territorios, no se puede avanzar. Tercero, debemos apuntar a la innovación, no solamente en el rubro minero para mejorar la explotación de los recursos naturales sino en las actividades productivas en estos ámbitos. Por ejemplo, en el Centro Internacional de la Papa (CIP) se están realizando pruebas, conjuntamente con la Asociación Mundial del Zinc, para enriquecer las tierras con Zinc donde se cultiva papas nativas (lo que se denomina biofortificación agronómica), que podría ser usado en programas del Gobierno para la luchar contra la anemia. Y cuarto, cambiar esa imagen de confrontación de la minería y agricultura. El gremio minero debería invertir recursos para rescatar lecciones y hacer visible la sistematización de las inversiones en agricultura promovidas por la minería en los últimos 15 años.
Por último, recientemente, FONCODES (MIDIS) en el marco de su programa productivo Haku Wiñay viene anunciado que busca 1,000 millones de soles del sector privado y se orientan a conseguirlos de las empresas mineras (así lo planteó la Ministra del MIDIS en el marco de PERUMIN 2017). Para aprovechar estas posibilidades se debe tomar en cuenta que el enfoque moderno de la agricultura reconoce la necesidad de desarrollar un nuevo modelo que articule la agricultura, la nutrición, la salud humana y la generación de ingresos de los productores y sus familias. Este modelo debe orientarse a mejorar la articulación entre los sistemas de producción y los sistemas alimentarios en zonas geográficas específicas, para reducir la vulnerabilidad a la inseguridad alimentaria mediante la innovación. La inversión minera puede complementar estos enfoques, ya que en las zonas donde operan todavía se encuentran condiciones de desnutrición crónica infantil, anemia y déficits de ingreso y contribuir a lograr la meta establecida para el 2021 por el gobierno, que es reducir a un 15% la pobreza monetaria y articular la inversión social.
Como decimos en el título del artículo el tema de agricultura y minería es un modelo para armar. Ahora tenemos nuevos elementos: el nuevo auge del sector minero, lecciones del boom anterior, experiencias de uso eficiente del recurso hídrico, manejo de conflictos sociales, desarrollo de innovaciones, nuevos enfoques de la agricultura y sus relaciones con la nutrición y salud, desarrollo competitivo de los territorios, entre otros. De cómo se combinan estos elementos depende la efectividad de las intervenciones en los próximos años y no deberíamos dejar pasar la oportunidad.