28 agosto 2018 | 08:50 am Por: Edwin Ramos | prensa@agraria.pe

Análisis de Luis Ginocchio de APEGA

En Perú los cultivos tradicionales generan pobreza

En Perú los cultivos tradicionales generan pobreza

Enfocado en la siembra de cultivos como papa y trigo, que prácticamente no otorgan  valor al pequeño productor, el país pierde la oportunidad, por carecer de apoyo científico, de explotar los frutos de su biodiversidad con propiedades nutracéuticas de  alta demanda en el mundo. 

(Agraria.pe) La viabilidad de las cadenas productivas agrícolas en el país es un tema que está siempre en debate, sobre todo por esa dicotomía que hay entre gran agricultura exportadora y la pequeña producción que mira hacia el mercado interno.

Luis Ginocchio, miembro del consejo directivo de la Sociedad Peruana de Gastronomía-APEGA, tiene al respecto las definiciones claras: “La agroexportación se dedica más a atender mercados externos, no a alimentar al pueblo; y cumple con su función de crear dinámicas de empleo, generar dólares y riqueza, eso está muy bien, no lo podemos criticar. Sin embargo, el problema de alimentación nacional sí es distinto, tiene que ver con ejemplos como el de la quinua, cuyo consumo per cápita es casi nada”.

Por ello, no sorprende que agregue que “las cadenas de valor agroalimentario no funcionan en el Perú”, y que las que lo hacen son en realidad excepciones como en el caso del café y el cacao, ya que en general no ayudan a repartir riqueza de manera equitativa. 

“Es más, podríamos hablar de cultivos de la pobreza. Si viéramos lo productos que más se mueven en el Mercado Mayorista de Lima, veríamos que están la papa, segundo la cebolla, tercero el choclo, cuarto el limón; pero si vemos a la papa no hace mucho estuvo en problemas de rentabilidad gravísimos. Es una fuente de pobreza en muchos casos sembrar esos cultivos en el país”, sostuvo. 

Esto se debe, analizó, al rezago rural del país que se traduce en una distancia entre campo y ciudad que tiene que ver no solo con un factor dramático como la pobreza, sino con la pérdida de capital genético y oportunidades de productos que cuentan, por ejemplo, con capacidades nutracéuticas y son parte de nuestra biodiversidad.

Este potencial no encuentra una base de investigación científica que lo acompañe, cuando se trata de una arista que debería ser prioritaria para el desarrollo agrícola como ventaja comparativa frente a países que compiten por extensión en sembríos como Brasil o Argentina. De hecho, como dato relevante en este aspecto, recordó que Brasil el año pasado sembró 97 millones de hectáreas, en tanto que Perú alcanzó 3.5 millones de hectáreas, una diferencia abrumadora. 

“Entonces somos un país de nicho, de productos especializados, no tanto de culto a la productividad que sería más para granos como la soya el maíz, sino el culto a la fenología del cultivo, a conocer por qué se producen polifenoles, por qué se producen más antioxidantes, ese es el tratamiento que debemos dar”, estimó. 

Ginocchio recordó por ello la importancia de clasificar los cultivos, una tarea que realizó con APEGA cuando visitó a productores de Cusco, Huancayo o Ayacucho, separando los productos en “tradicionales”, “emergentes” y “promisorios”. También se aplicaban criterios regionales como “interandino”, “altoandino” y “selva”. 

Así pudieron establecer que el potencial de riqueza estaba en los productos promisorios y emergentes y la pobreza en los tradicionales.

“Nos falta capacidad de detección de mercados, de acometer más riesgos más allá de los cultivos que ya se conocen; nos falta un Estado que conozca más a los productores para que puedan organizarse mejor y una comunidad científica y apoyo tecnológico para aprovechar la naturaleza del Perú como contrapeso a las pocas hectáreas de tierra con que contamos”, concluyó.