(Agraria.pe) El mundo enfrenta desafíos sin precedentes en materia de seguridad alimentaria, pero distintas acciones en implementación alrededor del mundo para luchar contra el hambre y la malnutrición aportan esperanzas de cara al futuro, dijeron expertos en el Diálogo Internacional Borlaug 2022, considerado el mayor foro internacional en el mundo de la agricultura.
Con el título “Alimentando a un mundo frágil”, el Diálogo de este año pone el foco en cómo superar los shocks que han atentado contra la estabilidad de los sistemas alimentarios globales. La triple amenaza de la pandemia de Covid-19, el conflicto bélico en Europa del Este y el impacto del cambio climático ha generado una crisis severa que afectó gravemente a las poblaciones más vulnerables.
Construir alianzas en la lucha contra el hambre y la malnutrición es el objetivo central de los debates, en los que participan funcionarios de gobiernos, representantes del sector privado, organismos internacionales, productores agropecuarios, académicos, científicos, educadores y estudiantes.
La presidenta de la Fundación WFP, Barbara Stinson, y el Enviado Especial para la Seguridad Alimentaria Global del Departamento de Estado de Estados Unidos, Cary Fowler, realizaron la apertura del Diálogo.
“Estamos enfrentando problemas de una enorme magnitud que desafían la producción, la industrialización, el transporte y la distribución de alimentos. Se está viendo afectada la cantidad, la calidad y la disponibilidad, lo que impacta en las comunidades vulnerables. Esto se llama Covid, conflicto y cambio climático”, dijo Stinson.
“De todas maneras, en muchos lugares del mundo se están haciendo cosas increíbles para lidiar con esta situación y nuestro trabajo es mostrarlo. Queremos cumplir con el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que consiste en que no haya hambre en 2030. Algunos dicen que es imposible, pero nosotros decimos que hay que probar y hacer todo lo que esté a nuestro alcance”, agregó.
Fowler, uno de los creadores del mayor banco global de semillas y recientemente nombrado en el Departamento de Estado, se refirió al impacto del aumento de precios de los alimentos y la energía y a la crisis de los fertilizantes, pero subrayó que el cambio climático es lo más preocupante.
“Hace un largo tiempo que las temperaturas son más altas que el promedio y eso tiene un efecto muy profundo en la agricultura. Debemos estar preocupados por el maíz, el trigo, el arroz y la soja, pero también por cultivos menores. Es imprescindible que evaluemos con precisión cómo los afecta el cambio climático”, afirmó.
Durante tres días, las discusiones priorizarán el nexo entre agricultura, seguridad alimentaria y cambio climático, con énfasis en la búsqueda de soluciones en el terreno de mitigación y adaptación, para favorecer el logro de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2030.
Fowler afirmó que las proyecciones de demandas futuras de alimentos indican que en 2050 hará falta una producción de entre un 50 y un 60% mayor. “Las proyecciones agrícolas –afirmó- sostienen que la producción puede crecer en esa proporción, pero eso no contempla la influencia del cambio climático y otras disrupciones, como los conflictos y los aumentos de precios, que estamos viviendo hoy”.
En ese sentido, el experto señaló que la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 27), que se celebrará el mes próximo en Egipto, será una gran oportunidad para discutir la adaptación de la agricultura. “Si no adaptamos los cultivos al cambio climático, será imposible responder a la demanda”, advirtió.
El director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), Manuel Otero, fue uno de los oradores en la jornada inicial del evento, organizado por la Fundación World Food Prize (WFP), en Des Moines, Iowa (Estados Unidos).
Lo hizo en el panel titulado "Cooperación Dinámica y Socios Inusuales", junto a Godfrey Bahiigwa, director del Departamento de Agricultura, Desarrollo Rural, Economía Azul y Desarrollo Sustentable de la Comisión de la Unión Africana; y Jyostsna Puri, vicepresidenta asociada del Departamento de Estrategia y Conocimiento del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). La moderadora fue Barbara Stinson.
Antes de su participación en este panel, Otero se reunió en Des Moines con Fowler, con quien intercambió puntos de vista sobre la seguridad alimentaria y el rol de la cooperación internacional. Otero y Fowler coincidieron en la importancia de la ciencia y la tecnología para transformar la agricultura frente a los nuevos desafíos presentes y futuros y conversaron sobre los alcances del trabajo del IICA en África.
“Presentamos a Fowler nuestra iniciativa Suelos Vivos de las Américas, co-liderada por el Dr. Rattan Lal, y conversamos sobre la posibilidad de extenderla más allá de nuestra región. Hablamos sobre África y la relación entre el IICA y las contrapartes de ese continente, detallando la agenda de trabajo IICA-África, que incluye un observatorio de políticas, la mencionada iniciativa Suelos Vivos y el impulso a la bioeconomía, para definir futuras acciones conjuntas”, dijo Otero sobre el encuentro con el funcionario estadounidense.
América Latina y el Caribe, actor clave
En su participación en el panel, Otero se refirió a la importancia que América Latina y el Caribe tiene para la seguridad alimentaria global, ya que constituye la región exportadora neta más importante del mundo. “Estamos obligados a convertirnos en un actor clave para la seguridad alimentaria nutricional y, más que eso, también para la sostenibilidad ambiental, debido a la riqueza de nuestros recursos naturales”, apuntó.
El director general del IICA señaló, de todas maneras, que se trata de una región heterogénea, ya que tiene países que son grandes productores y otros que dependen de las importaciones. Esto se da particularmente en Centroamérica y el Caribe. “Un especial párrafo merece Haití, que vive un escenario de inestabilidad y atraviesa una situación grave”, dijo.
Otero advirtió que la seguridad alimentaria está hoy al tope de la agenda global, reclamó el establecimiento de políticas de largo plazo e hizo hincapié en la necesidad de empoderar a los pequeños agricultores.
“Tenemos 16.5 millones de agricultores familiares en América Latina y el Caribe. Debemos darles herramientas para que sean rentables, realicen buenas prácticas ambientales y sean resilientes ante el cambio climático. Hay que ayudar a mantenerlos en las áreas rurales; sería terrible que migraran a las ciudades”, advirtió.
Finalmente, el director general del IICA señaló que hoy el Instituto está definiendo su rol en el establecimiento de nuevas estrategias de cooperación, mirando al mundo desde las Américas y promoviendo la acción colectiva no solo con los gobiernos, sino también con el sector privado, las organizaciones de la sociedad civil y la academia.
La sesión giró alrededor de la importancia de las alianzas globales, especialmente entre África y las Américas, con particular importancia en las asociaciones entre el sector público, el privado y las organizaciones de la sociedad civil.
“Quiero llamar la atención sobre un número. Un tercio del total global de alimentos es producido por pequeños agricultores; un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero viene de los sistemas alimentarios; un tercio de la comida que se produce es desperdiciada. Tenemos que dejar de hacer compromisos y ser creíbles en nuestro trabajo”, señaló Puri.
La alta funcionaria del FIDA indicó además que "tenemos que focalizarnos en los diferentes actores de los sistemas alimentarios y también en la demanda. Los pequeños agricultores son las personas más importantes en la producción de alimentos y también los más descuidados”, agregando que "los desafíos que tenemos hoy son globales. Es fundamental concentrarnos en incrementar la productividad y en construir mercados, que son esenciales. A los actores del sector privado actualmente les faltan incentivos para desarrollar proyectos en zonas rurales”.
Bahiigwa, por su lado, señaló que África es un continente donde la mayor parte de la población no puede acceder a una dieta saludable, lo que afecta la productividad. “Es decisivo para África –señaló- reducir la dependencia de las importaciones de alimentos que hoy alcanzan los US$ 45.000 millones anuales, dinero que puede ser invertido en el bienestar de nuestros pueblos”.
El funcionario de la Unión Africana recordó que representaba a 55 países de "un continente que atraviesa una situación muy delicada en cuanto a seguridad alimentaria. Los desafíos son varios, incluyendo aumentar nuestra producción de alimentos, porque solo así podremos tener un futuro. También es fundamental reducir el desperdicio de comida”.
Y concluyó: “A pesar de la situación complicada, el mensaje es de esperanza ya que África es un continente de oportunidades, que está abierto para hacer negocios. Necesitamos inversiones e invito a las empresas a que se interesen por África”.