COLUMNA DE:
Juan Faustino Escobar

Juan Faustino Escobar

Economista, Gerente General de la consultora Planeamiento & Gestión S.A.C., con estudios de maestría concluidos en Gestión Pública. Formula proyectos, planes de negocios, estrategias y es capacitador en temas de gestión empresarial: planificación estratégica y mercadeo de servicios. Ha realizado servicios para agencias de cooperación internacional, grandes empresas e instituciones públicas por más de 20 años. En ese marco, tiene capacidad para sostener diagnósticos y propuestas al más alto nivel basado en novedosos enfoques, estrategias y herramientas.
15 abril 2024 | 10:08 am Por: Juan Faustino Escobar

¿Visión de desarrollo o Innovación? ¿Cuál es primero?

¿Visión de desarrollo o Innovación? ¿Cuál es primero?

La transición hacia una nueva época en el mundo, la cual conlleva a una innovadora y nueva forma de existencia, se está manifestando progresivamente en todas las esferas de la vida.

La creación de ciudades inteligentes, viajes de investigación al espacio, alargamiento de la vida, desarrollo de la biotecnología, interacción virtual, cambio educativo para lograr nuevos perfiles humanos, entre otros temas, nos debe obligar a evaluar en qué punto estamos en el Perú y qué debemos hacer o redefinir para mejorar nuestras perspectivas de vida.

Un tema crucial es el agro de nuestro país, básicamente el referido al de los pequeños productores, quienes enfrentan desafíos estructurales como  pobreza, carencia o poco acceso a la educación, baja productividad y medios de producción restringidos y en deterioro persistente. Esta situación se agrava aún más cuando los países desarrollados se adaptan y toman ventaja en innovación, productividad y comercio, lo que inevitablemente nos coloca en una posición de desventaja y debilidad en la competencia por los mercados.

Revertir la actual situación no es una tarea sencilla, ni se logrará en el corto plazo, ni será responsabilidad de pocas personas. Si la situación productiva es crítica, la conservación y el uso eficiente de recursos como el agua, la tierra y la biodiversidad son más complejos. Aunque se ha hablado mucho y se ha hecho poco al respecto, es imperativo priorizar estos temas y estructurar una agenda. La recuperación y preservación de los ecosistemas son decisivos para el futuro; sin ellos, no habrá agro con perspectiva.

Una reforma agraria, o incluso una revolución agraria - para ser más exigentes - debe ser una prioridad gubernamental, un tema estratégico y un compromiso de todos los peruanos. En este camino, el trabajo y la estructura socioeconómica que debemos apoyar y construir implica trabajar en al menos cuatro dimensiones: i) visualizar y ayudar a establecer un nuevo sistema de producción agraria, ii) optimizar los principales factores de producción, iii) incorporar nuevas tecnologías y formas de organización para la producción, transformación y comercialización, y iv) fomentar el desarrollo de mercados internos y externos.

Nuestro camino y visión deberían establecer lo siguiente: “Para el año 2050, debemos ser líderes mundiales en la producción agraria sana, diferenciada, nutracéutica, de alta calidad, competitiva y ambientalmente amigable con la naturaleza. De marca Perú”.

La estrategia debe fundamentarse en un enfoque de trabajo basado en el desarrollo de cadenas agro-productivas y de cara al mercado. Nuestra agro-gastronomía, con su prometedor posicionamiento global, es el ejemplo a seguir. Sobre esa base, esperamos la formación y acción de diversas mesas técnicas y de negocios como la agro-chocolatería, agro-textilería, agro-bebidas, agroforestería, entre otras. En este esquema, es esencial el trabajo conjunto de Midagri y Produce.

El nuevo sistema de producción agraria que proponemos como objetivo se fundamenta en el apoyo para la construcción de predios viables, sostenibles y de tamaño adecuado; así como revertir el proceso de micro parcelación, subutilización, alquiler, abandono e informalidad de la propiedad de la tierra. La agricultura de subsistencia, con predios atomizados, sin agua y otros medios, refleja pobreza, vulnerabilidad y alta migración debido a los magros resultados que obtienen. Así, año tras año, las lágrimas se embalsan en este sector tan extendido, apreciado y esencial para el desarrollo.

Como segunda dimensión, el cambio debe implicar la mejora de los principales factores de producción agraria: capital, tecnología y trabajo. Esto implica lo siguiente:

  1. a) Capital: Esta tarea requiere el diseño de enfoques innovadores y la implementación de herramientas sólidas y ambiciosas para la capitalización, inversión, fondos asociados, créditos, seguros por región, entre otros. Actualmente, nos acogemos a una estrategia financiera dispersa, engañosa y contradictoria que tiene un impacto mínimo o nulo. Un productor sin ahorros o crédito se encuentra incapacitado para invertir o innovar, y no es aconsejable que dependa de un sistema financiero que le imponga tasas de interés anual del 30 o 35%. En lugar de ser una solución, el crédito de este tipo puede convertirse en un problema y generar consecuencias negativas.
  2. b) Tecnología: El sector agroexportador está avanzando hacia la innovación pertinentemente, sin embargo, la mayoría de los pequeños productores aún operan de manera tradicional, utilizando sus propias semillas y fertilizantes, maquinaria básica y manual, gestionándose de forma individual y ofertando pequeños volúmenes al mercado de forma desventajosa. La lucha por la productividad y competitividad en el campo se está perdiendo considerablemente. De acuerdo con la consultora McKinsey, la productividad de Perú representa solo el 13% de lo que se logra en los Estados Unidos. 
  3. c) Trabajo: Es bien conocida la situación crítica de la educación del productor agrario, pese a ello, resulta incomprensible saber que, según la última Encuesta Nacional Agropecuaria de 2022, en promedio solo el 7% de los productores recibe capacitación, el 4% recibe asistencia técnica y solo el 8% de los productores está organizado. Esto indica que la institucionalidad pública agraria ha puesto su misión en rojo, lo que debería obligarlos a poner las barbas en remojo y reconsiderar sus prácticas. Si no se toman medidas en esa dirección, podría ser necesario la tercerización de estos servicios. No sería una mala idea evaluar también este esquema. La competencia debería impulsarlos a reaccionar.

Una vez definidas las tareas de base, es necesario incorporar en la producción las diversas propuestas tecnológicas que hoy destacan a nivel mundial, siempre y cuando hayan sido validadas. Esto se aplicaría a los componentes de preproducción (agua, suelo, crédito, etc.), producción (semillas, fertilizantes, agroquímicos, etc.), transformación (equipos, envases y maquinarias) y comercialización (web, información, etc.).

Es esencial entender que el impulso de una nueva forma de producción y mejora de la productividad requiere estar articulado a la estrategia de desarrollo de mercados. Alcanzar el éxito en este ámbito presagiará, indudablemente, el progreso del sector agrícola nacional.

La implementación de estas propuestas requiere de líderes comprometidos, funcionarios y hombres de campo, respaldados por una sólida estrategia operativa. En ese contexto, la decisión final para transformar el sistema productivo recae en el productor agrario, quien debe demostrar ser visionario, organizado, competente y “templado” en la gestión social.

En el ámbito de la investigación y la academia, se habla frecuentemente de la validación, que se entiende como “el proceso de verificar que un método, proceso o sistema es adecuado para un propósito previsto”. En el sector agrario, este concepto se aplica principalmente a los aspectos productivos. Sin embargo, en el ámbito social o de organización, su aplicación es erróneamente desestimada.

Resultaría fundamental identificar 5 o 6 provincias y canalizar nuestros esfuerzos de manera diferenciada en cada una de ellas, corroborando una variedad de propuestas tecnológicas y estrategias de gestión empresarial y social. Nos encontramos en escenarios complicados y de alto riesgo que nos exigen tomar decisiones, ya, con carácter de urgencia.

Es evidente que los caminos hacia la prosperidad no son del todo conocidos, habrán caídas, pero “camino se hace camino al andar”. Avancemos.