(Agraria.pe) Solventar la demanda interna de maíz amarillo duro (MAD) en el Perú es una gran tarea pendiente y con mucho potencial. Con una demanda anual de 5 millones 100 mil de toneladas y una producción local de poco más de 1 millón, la brecha por cubrir es aprovechada por los importadores con producto argentino. Pero la situación podría ser diferente.
Gustavo Cabrera, gerente de Semillas Naylamp (Lambayeque) plantea que trabajar en el desarrollo de la cadena productiva y de comercialización del MAD en el país no solo es una opción sino que debería ser una prioridad considerando la coyuntura que plantea el mercado internacional con crisis energética, sanitaria, económica y climática, lo que deriva en un gran riesgo para la seguridad alimentaria como han pronosticado instituciones internacionales. La FAO indicó incluso que el Perú será una de los más afectados por este cóctel de crisis, especialmente en el ámbito rural.
Y la clave en la industria del MAD está en involucrar a la mayor cantidad de instituciones clave, tanto del sector privado como público, incluyendo, desde luego, a las empresas del sector avícola y ganadero, grandes consumidores de este producto y cuyas proyecciones de compra son cada vez más grandes.
“Podemos generar una revolución productiva en el campo, sobre todo en los valles costeros de la costa y en la selva, donde se producen grandes cantidades de maíz amarillo duro. Nuestra producción nacional, que se acerca a un millón de toneladas se produce principalmente en los valles de Lambayeque, La Libertad, Áncash, Lima, Ica y San Martín, que se ha convertido en el primer productor. Y hay capacidades productivas, pero hay deficiencias también de productividad y competitividad para el grano”, describe Cabrera.
El problema de las áreas
Una de las grandes objeciones al desarrollo del MAD en el Perú ha sido que no contamos con las tierras extensas y llanas necesarias, como sí tiene Argentina, potencia en la producción de granos. El ejecutivo de Semillas Naylamp apunta que la manera de trabajar y superar esta falencia es mejorar notablemente el nivel de producción, ya que actualmente en el Perú es de un promedio de 5.1 toneladas por hectárea, lo que en las 250 mil hectáreas que existen llega a 1 millón de toneladas. Ese índice es la mitad de lo que se alcanza en países como Argentina, Estados Unidos o Brasil.
“Proponemos mejorar el rendimiento sin incrementar la frontera agrícola, llevándolo a niveles de 8 a 10 toneladas por hectárea. Podríamos así duplicar la producción de maíz amarillo duro y llegar a los 2 millones de toneladas”, apunta.
Aún así, para cubrir la demanda actual se necesitarían 2 millones de toneladas más. Para lo cual se pueden buscar fórmulas que aprovechen tierras productivas sin aplicar la sustitución de cultivos ni competir con el desarrollo agroindustrial, más bien complementándolo y adicionar hasta 120 mil hectáreas con rendimientos altos de 10 toneladas. Así se lograría un área total de 350 mil a 370 mil hectáreas dedicadas al MAD con un ritmo de producción de dos cosechas al año.
Foco en el rendimiento y la cadena de valor
Está dicho que es importante incrementar el rendimiento desde la semilla, pero el problema es que no hubo una vía clara. Gustavo Cabrera sostiene que un factor clave para este objetivo es trabajar en asociación con organizaciones como el INIA, con la que su empresa ha desarrollado, por ejemplo, semillas híbridas certificadas que pueden suplantar al grano común que hoy usan los agricultores y que no garantiza un rendimiento competitivo. Con ellas se puede alcanzar una mucho mejor producción tan pronto como en dos a tres años.
Esta es una labor en la que el INIA ha estado muy activo trayendo líneas genéticas de centros especializados de México, con las que ha hecho el trabajo de comprobación en campo y pisos climáticos diversos, aunque sin producir aún a escala comercial. Ahora, con el nuevo modelo, la propuesta es llegar a ese nivel y entregar regalías al INIA por su labor.
Y un aspecto más que es clave está constituido por la cadena de valor. Aquí es donde se requiere un rol activo de las empresas que más demandan como las avícolas y ganaderas, que deben priorizar sus compras del MAD nacional producido con este esquema ya que sería de mayor calidad que el importado. De hecho, refiere el especialista, el grano que viene de Argentina se caracteriza por llegar con muchas micotoxinas (hongos) debido a que se cosecha por secano.
Con las empresas compradoras la idea es establecer convenios estratégicos verticales, donde éstas acuerden con los agricultores nacionales una producción continua. En una dinámica bien organizada, estima, en un periodo de tres a cinco años se podría atender toda la demanda nacional de MAD, que además va a un ritmo de crecimiento de 6 a 8% interanual. “En cinco años la demanda ya no será de 5 millones de toneladas, sino que puede pasar de 7.5 a 8 millones de toneladas. Esto debe ser atendido idealmente por los productores nacionales. No hay mejor programa social que una revolución productiva en el campo. Esto genera empleo. Bolsones de pobreza que no se han sentido incorporados en la agroindustria moderna pueden participar, pueden tener oportunidad para el mercado interno con una demanda estable y creciente”, apunta.
Alcance
Las regiones donde habría este potencial son Piura, Lambayeque, La Libertad, Áncash, Lima, Ica, Amazonas, Ucayali, San Martín, que tienen climas favorables y tierra suficiente. Incluso, el MAD podría ofrecer una alternativa ante cultivos menos rentables como el arroz, ya que a nivel hídrico consume solo un tercio del agua que éste o que la caña de azúcar. Por su extensión, además del INIA y la agroindustria, se requiere del apoyo de otras instituciones del Estado como el Agrobanco para el alcance a los productores, y del MEF para otorgar beneficios tributarios a las empresas que apuestan por la compra de MAD nacional, de tal forma que les resulte más competitivo que el importado.
Un buen ejemplo a seguir, destaca Cabrera, es el caso de la empresa Backus, que para la producción de su cerveza “Golden” demanda de 150 mil a 200 mil toneladas anuales de maíz. Desde su rol de comprador, inició entonces una serie de incentivos para fortalecer la cadena de abastecimiento con contratos inteligentes, donde señaló con los productores precios competitivos y contratos de mediano y largo plazo que impulsan mecanismos formales como el cooperativismo, un impulso que ha sido apoyado por instituciones como Cedepas Norte para su fortalecimiento institucional. Es una ruta que diversas asociaciones en la costa y la selva pueden transitar para un futuro más promisorio.