COLUMNA DE:
Sandro Barreto

Sandro Barreto

18 julio 2016 | 11:37 am Por: Sandro Barreto

Entre Sapos y Alacranes

Entre Sapos y Alacranes
 A orillas de una torrentera vivía un sapo muy generoso que cuando llegaba la época de  lluvias, ayudaba a todos los animales que se encontraban en problemas a cruzarla, incluso cruzaba la torrentera poniendo sobre su espalda ratones, escarabajos, así como a otros insectos y animales menores que no sabían nadar. En cierta ocasión, en que se desató un fuerte temporal, se le acercó un alacrán que en tono lastimero y de súplica le dijo: "Deseo atravesar la torrentera, pero como todos saben no sé nadar. Por favor hermano sapo, llévame a la otra orilla sobre tu espalda que tengo urgencia de ver a mis seres queridos para protegerlos de este temporal". El sapo, que había aprendido mucho durante su larga y experimentada vida le respondió de inmediato: "¿Que te lleve sobre mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Tienes muy mala reputación y he escuchado lo suficiente para saber que si estoy cerca de ti me inyectarás tu mortal veneno y moriré! Muchos amigos míos me han contado que te han visto matar a otros animales sin ningún motivo en varias oportunidades". El alacrán le replicó con su estilo campechano y presuntuoso: "No hagas caso a rumores y estupideces, sapito, ten por seguro que no te picaré; porque si así lo hiciera tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar, moriría ahogado. Si tú me ayudas siempre te protegeré y cuidaré" El sapo se negó al principio, pero la incuestionable lógica de los argumentos del alacrán, su florido verbo, su capacidad histriónica, su insistencia y sus ruegos lo fueron convenciendo... hasta que aceptó. Lo cargó sobre su resbaladiza espalda y comenzaron a cruzar la torrentera. Todo iba bien. El sapo nadaba con mucha pericia y velocidad a pesar de llevar sobre su espalda al temible bicho. Poco a poco fue perdiendo el miedo a aquel animal que llevaba sobre su espalda, pues el sagaz alacrán lo animaba a ir más rápido y no dejaba de agradecer el gran servicio que el generoso sapo le estaba proporcionando; incluso el sapo empezó a cuestionar la mala reputación que otros animales le habían transmitido sobre el alacrán. Llegaron a la mitad del recorrido y frente a ellos se divisaba la orilla a la que debían llegar. En eso, el alacrán divisó un remolino y alertó al sapo quien hábilmente lo sorteó y agradeció con mucho cariño a su guía. Fue aquí, repentinamente, cuando el alacrán picó al sapo. Él sintió un dolor agudo y percibió cómo el veneno se esparcía rápidamente por todo su cuerpo. Seguidamente comenzaron a fallarle las fuerzas, su vista se nubló y empezó a hundirse. Mientras se ahogaba, le quedó un soplo de energía para gritarle a la alimaña: "¿Por qué lo has hecho?, ¡tú también morirás!". El alacrán respondió: "No pude evitarlo; ¡es mi naturaleza!".

Esta fábula de autor desconocido nos permite reflexionar sobre los valores y principios que conforman nuestra verdadera esencia y que, por más que queramos ocultarlos, tarde o temprano se evidenciarán con nuestros comportamientos. Dependiendo de los comportamientos que predominan en cada individuo y del impacto de los mismos en los resultados económicos y en el clima laboral, encontraremos en las organizaciones “gente sapo” y “gente alacrán”, además de gente con una serie de matices entre estos dos extremos. Queda en el buen criterio del directivo el dar oportunidades a aquellos colaboradores que tienen algún comportamiento de alacrán, en la medida de que le proporcione directa y oportunamente adecuada retroalimentación y que el malvado no vuelva a cometer las mismas estupideces. Recordemos que un directivo que no toma las medidas correctivas adecuadas en el momento preciso, cruza la frontera de la bondad, tolerancia y comprensión, hacia la permisividad, arrogancia y colusión. 

La “gente alacrán” daña a las organizaciones afectando el clima laboral y por ende el nivel de servicio que se le pretende dar al cliente. La buena noticia es que resulta muy fácil identificar a la “gente alacrán”  ya que muestran dos o más de estos comportamientos reiteradamente: 
1. Hablan mal de los demás y no les importa destruir la vida de los otros.
2. Provocan emociones negativas y temor; siembran inseguridad y crean inestabilidad.
3. Sus intereses están por encima de los intereses de la organización y saben sacar ventaja de la posición que ocupan.
4. No respetan las normas y políticas organizacionales; tampoco la estructura organizacional, la jerarquía y el conducto regular.
5. Cuando identifican fallas en otros las magnifican y usan la técnica del cargamontón.
6. Antes sus propias fallas se victimizan y culpabilizan, eludiendo en todo momento su responsabilidad.
7. Son arrogantes, creen que lo saben todo, se sienten superiores a los demás y se pavonean.
8. Juzgan sin saber y sin pensar. No escuchan y confunden la parte con el todo.
9. No son agradecidos con lo que tienen ni con lo que se les da porque creen que “se lo merecen todo” y cuando alguien consigue algo, lo critican y lo envidian; no lo admiran.
10. Usan a las personas y no comparten el crédito por logros obtenidos.

Si quiere que sus clientes reciban el nivel de servicio adecuado para retenerlos y fidelizarlos, mantenga en la organización a toda la “gente sapo” pues, además de ayudar a los demás y ser confiables, siempre estarán dispuestos a asumir una mayor carga de trabajo en beneficio del cliente y la organización. Por otro lado, en el plazo más breve, deshágase con inteligencia de la “gente alacrán”. 

Finalmente tenga presente la advertencia del maestro Stephen Covey en su libro “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, cuando indica que es más fácil trabajar en “como parecer”, creando una imagen correcta de sí mismo a través de diversas técnicas, en lugar de trabajar en “como ser”, corrigiendo las debilidades de carácter a través de la incorporación o consolidación de valores y principios enaltecedores; la “gente alacrán” sabe “como parecer”. 

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