COLUMNA DE:
Sandro Barreto

Sandro Barreto

10 abril 2017 | 10:15 am Por: Sandro Barreto

Me cago en el cliente y en los peruanos.

Me cago en el cliente y en los peruanos.

Durante la primera semana de abril los medios de comunicación nos recordaron el caso de corrupción del llamado “cartel del papel higiénico”, donde las transnacionales Kimberly Clark Perú y Protisa Perú, que manejan el 90% del mercado de papel higiénico con las marcas SUAVE, ELITE y NOBLE, concertaron precios durante 10 largos años (del 2005 al 2014), lo que les generó en conjunto, según los cálculos de INDECOPI, un beneficio adicional indexado de S/. 301.1 millones, (S/. 194.4 millones a Kimberly Clark y S/. 106.7 millones a Protisa). La multa para estas deshonestas empresas debió haber sido por esos montos  pero debido a que el Decreto Legislativo N° 1034 señala que la multa no debe exceder el 12% del ejercicio anterior a la resolución, se le rebajó la multa a Kimberly Clark a S/ 171.7 millones y a Protisa a S/ 104.2 millones (lo que equivale a una “descuentito” de 8% en conjunto). Lo anecdótico e inverosímil del asunto es que, como ambas empresas se acogieron al programa de clemencia, INDECOPI exoneró de la sanción a Kimberly Clark y le redujo al 50% el monto previamente rebajado a Protisa.  Con un par de brochazos dados por INDECOPI este 4 de abril el Perú dejará de recibir S/. 248.9 millones en lo económico, pero recibirá más carroña como alimento cultural en nuestro enfermizo sistema de valores.

¿Qué hicieron estas dos delincuenciales empresas durante 10 años?, La respuesta directa y clara es cagarse en el cliente y ponerse de acuerdo para robarle. ¿Qué ha hecho el estado a través de un INDECOPI que le reporta directamente a la PCM y que en el 2016 emitió un fallo para que Claro y Movistar dejaran de pagar S/. 247 millones? La respuesta, también clara y directa, es cagarse en todos los peruanos una vez más y no tomar las medidas adecuadas. Con este tipo de comportamiento  o respuesta, que son de  dominio público ante hechos delictivos comprobados ¿Cómo pretendemos transformar nuestro modelo cultural?, ¿Cómo pretendemos que nuestros devaluados valores cambien por valores que nos enaltezcan?, ¿Con que autoridad moral vamos a combatir la corrupción y la delincuencia que se ha esparcido en todo tipo de actividades, en todo tipo de organizaciones? El mensaje que las resoluciones de estos casos lanza a todos los peruanos y al mundo, es que en el Perú todo el que tiene poder gracias a su posición, a sus contactos y a sus defensores, puede hacer lo que le viene en gana y quedar impune, tal cual lo hemos visto a lo largo de nuestra historia, ya sea que miremos hacia atrás, hacia los costados o, en muchos casos,  hacia un espejo.

¿Qué tipo de directivos estuvieron en esas empresas? Para nadie será difícil de imaginar a un ejecutivo de una transnacional, ya que debe de tener una serie de competencias que lo han calificado para asumir la posición que ocupa. Con seguridad la gran mayoría de la población recibiría en su casa a esos directivos y se sentiría muy a gusto con su conversación y compañía, sobre todo si el resultado de esa reunión forma parte de alguna evaluación que la empresa del directivo le estuviera haciendo a él. (Cómo cuando un político va en busca de votos) Las personas en general vamos desarrollando habilidades interpersonales, sobre todo si se trata de individuos que están haciendo carrera en el mundo directivo público o privado. Aprendemos a sonreír, a gesticular, a mirar a los ojos, a hacer sentir que nos interesamos por las personas, a dar la mano, a besar niños, jugar con ellos y a interesarnos por ellos, a ser progres y defender la naturaleza, a saludar, a vestirnos, a comer, a conversar, a redactar, a “hablar en el idioma del cliente”, a hacer obra social, a practicar deportes y a hacer todas aquellas otras cosas que generan confianza hacia nosotros y que sabiamente el maestro Covey llamó  la “ética de la personalidad”. Esta ética de la personalidad tiene que ver con nuestra imagen personal y se enfoca más en “como parecer” y no en “como ser”, se enfoca en el corto plazo y no en el largo plazo, se enfoca en lo visible y superficial y no en lo invisible y profundo. Se trata de técnicas que permiten mostrar lo que uno quiere y le conviene mostrar. Estas técnicas se hacen cada día más sofisticadas y difíciles de detectar para el observador promedio, ya que hay libros, audios, videos, seminarios, redes sociales, coachs, mentores, psicólogos y empresas especializadas en ayudar a las personas a crear “su marca personal” a como dé lugar; es decir, a jugar a parecer en lugar de ser. Adicionalmente es propicia la ocasión para reconocer que los peruanos hemos desarrollado notablemente la capacidad de “ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio”.

¿Qué hacer en un entorno como el nuestro infestado por los virus de la deshonestidad y la hipocresía?, ¿Cómo transformar a pecadores en santos?, ¿Cómo transformarnos? Realmente todo empieza por cada uno de nosotros en la medida en que reconocemos que nuestros valores y principios pueden cambiar para convertirnos día a día en mejores personas; en personas integras. Tengamos presente que “todo santo tiene un pasado y que todo pecador tiene un futuro”, que seremos recordados para bien o para mal por nuestras acciones y que, por más que nos victimicemos y culpabilicemos, somos los únicos responsables de ellas. Si reconociendo nuestras debilidades de carácter emprendemos nuestra transformación, el recuerdo que dejaremos hablará de nuestro heroísmo al salir victoriosos de la lucha con nuestras taras y demonios.

Las cosas no son estáticas en el universo y todas forman parte de un sistema; todo está en evolución permanente y forma parte de un proceso que puede o no ser capitalizado. Todo ser humano tiene la capacidad de evolucionar si hace cuatro cosas: autoevaluarse con objetividad, imaginar un estado superior para sí mismo, amar y ocuparse de que sus acciones generen bienestar auténtico. Si cada uno de los peruanos se propone interiorizar  y poner en práctica valores enaltecedores, empezaremos a tener una familia, una organización y una nación,  por las cuales sentiremos legítimo orgullo.

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