COLUMNA DE:
Sandro Barreto

Sandro Barreto

01 agosto 2016 | 10:06 am Por: Sandro Barreto

Manipulación: el lado oscuro del directivo.

Manipulación: el lado oscuro del directivo.
Una de las competencias más destacadas para el liderazgo, sino la más importante, es la capacidad de influir en los demás. Mientras mayor sea nuestra capacidad de influencia mayor será nuestra capacidad de liderazgo. Influencia, en los términos más sencillos, es la “capacidad que tiene una persona para determinar o alterar la forma de pensar o de actuar de otra u otras personas”, sin importar si el resultado alcanzado es algo bueno o algo malo. En razón de ello se suele decir que hay “buenas” y “malas” influencias.

El líder auténtico persigue el bien común sobre el propio, en cambio el pseudo líder busca todo lo contrario. Ambos pueden usar su capacidad de influir en los demás para lograr su cometido, pero cuando una persona usa a otras para obtener beneficios que satisfagan sus propios intereses y pone a un lado el bienestar común, nos encontramos frente a alguien que está manipulando. El diccionario de la RAE define manipular como “Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares”.

Cotidianamente estamos sujetos a experimentar manipulación ya sea como emisores o como receptores, por lo cual no siempre resulta fácil distinguir actos manipuladores de aquellos que no lo son. Los actos de manipulación más notorios son los que ejercen la gran mayoría de los políticos que intentan utilizarnos recurrentemente para sus propios intereses, al extremo de prometer de todo para conseguir adherentes, votos y poder, tal como lo hemos apreciado y vivido recientemente a raíz de las últimas elecciones  presidenciales. De igual manera, pero con una buena dosis de ciencia, lo hacen muchos productores y comercializadores de bienes y servicios al utilizar la publicidad para verse favorecidos con  nuestras decisiones de compra, al extremo de lograr que adquiramos cosas innecesarias. Por otro lado, las organizaciones religiosas y laicas que utilizan medios y redes de comunicación social para difundir sus valores, principios, opiniones, cultura y creencias, así como también los propios medios de comunicación, son en la actualidad las principales fuentes de creación y formación de opinión pública, por ello; los directivos de las organizaciones de producción y difusión de contenidos son quienes tienen la mayor capacidad de manipulación social. Como lo intuirán, la clave de una buena técnica de manipulación reside en hacer creer a la persona manipulada que en realidad se trata de una idea suya. Eso fue parte esencial de lo que hizo Hitler para llevar a la multitud a creer en él como el salvador que todos esperaban, apelando al sentimiento, al orgullo y al patriotismo de ser alemán, mediante sus histriónicas e impactantes presentaciones y su poderosa maquinaria propagandística.

Con frecuencia la línea que separa la influencia de la manipulación es muy delgada, por ello es indispensable que la influencia deba ir unida a la transparencia, a la claridad, a la modestia, al respeto de sentimientos y creencias, al reconocimiento, así como a la exposición clara de beneficios y consecuencias. Sin estas condiciones la influencia corre el riesgo de convertirse en manipulación. Cuando ocultamos parte de los hechos, cuando maquillamos las cosas o nos hacemos los desentendidos, cuando hacemos parecer a las cosas lo que no son en realidad, cuando partimos de premisas falsas o medias verdades, cuando hablamos mal de otro, cuando culpabilizamos, cuando regamos chismes, cuando nos victimizamos, cuando hacemos promesas u ofrecimientos que no cumplimos, cuando formamos camarillas, cuando compramos lealtades, cuando generamos sentimiento de culpa, cuando jugamos con las emociones y creencias ajenas, cuando halagamos o hacemos favores interesadamente, cuando exageramos los hechos, cuando amenazamos, cuando atemorizamos y cuando humillamos, nos internamos en el tenebroso territorio de la manipulación que no es otro más que el lado oscuro del directivo. Mientras más tiempo estemos en ese territorio nos resultara más difícil salir. La manipulación destruye la confianza y sin confianza no hay relación humana sostenible. No se crea confianza hablando de ella; se crea y desarrolla confianza alcanzando resultados con integridad.

Si queremos convertirnos en auténticos líderes debemos ser conscientes de los comportamientos que incrementan nuestra capacidad de influir en las personas, así como de aquellos que nos convierten en manipuladores de personas. Recuerde que la política del “vale todo” para alcanzar las metas de corto plazo, tarde o temprano pasa factura.

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