12 agosto 2022 | 09:16 am Por: Edwin Ramos | prensa@agraria.pe

Sostuvo Robert Pearlstein, presidente de Qanopy

“La ola tecnológica revolucionará la eficiencia de los campos agrícolas en todo el mundo”

“La ola tecnológica revolucionará la eficiencia de los campos agrícolas en todo el mundo”
La falta de mano de obra, encarecimiento de los procesos productivos, el cambio climático y una población en crecimiento son realidades que afectan la estructura clásica del negocio agrícola. Hay ejemplos actuales y futuristas sobre cómo el panorama puede ir adaptándose.

(Agraria.pe) Desde su surgimiento en la historia, la agricultura ha ido adoptando los métodos de innovación y tecnologías para mejorar su capacidad productiva, una tarea que es cada vez más apremiante en todo el mundo ante el incremento exponencial de la población. Robert Pearlstein, presidente de Qanopy, firma consultora de Silicon Valley (California, EE.UU.), apunta hacia el futuro y señala que el apoyo tecnológico de avanzada será clave para estar a la altura de los grandes retos de hoy como la falta de mano de obra en el campo y el incremento de los costos productivos.

“La agricultura está atravesando por los dolores de crecimiento, la sociedad está cambiando más rápido que nunca y la ola tecnológica revolucionará la eficiencia de los campos agrícolas en todo el mundo”, refiere. Agrega que el estimado de 10.000 millones de habitantes en la Tierra para el 2050 plantea un gran desafío en términos de uso de energía, abastecimiento de agua limpia y producción de alimentos.

En este marco, dice, uno de los primeros problemas es la falta de mano de obra y su consiguiente aumento de costo. El ejemplo claro es Estados Unidos, donde en 1900 el 50% de la población se dedicada al campo, en tanto que en 2022 apenas el 2% lo hace. En tant que en Japón, la edad promedio del agricultor es de más de 60 años, mientras que en California es de 55 años.

Otro punto de preocupación es el señalado cambio climático, con temperaturas altas que reducen el rendimiento de cultivos y propician la proliferación de pestes, además de ser factor de inundaciones y sequías. A esto se suma una población que sufre de la escasez de agua en un índice cada vez mayor en todo el mundo, alcanzando el 60% de la actualidad.

Igual de relevante es la pérdida de alimentos, con un 50% que se despedicia en etapa de producción, lo que exige la promoción de prácticas de agrícolas rentables y que sean beneficiosas para el ambiente y las comunidades.

“Para alcanzar las demandas que necesitemos en los próximos 30 años, la producción futura no podrá apoyarse en mecanización y electrificación, no será suficiente. Lo que hacemos es pasar a nuestra siguiente revolucion agrícola global que es la revolución digital con Big Data, para recolectar información de muchas maneras a través de teléfonos, relojes, sensores, drones, satélites, aviones”, explica, al punto que refiere que la cantidad de data que generamos hoy es incomparable con lo que se producía mínimamente hace 30 años.

Evolución antes que revolución
Robert Pearlstein observa que mejor que revolución, es hablar de evolución en la agricultura para alcanzar la innovación, adoptando tecnologías que están maduras en otras industrias y que se pueden usar para la producción de alimentos, no con el objetivo de reemplazar trabajadores sino para mejorarlos.

Tres ejemplos que juegan entre lo actual y lo futurista, pero que podrían indicar un uso efectivo en la agricultura son la cosecha autónoma con robots que ya cuentan con visión de computadora e inteligencia artificial, logrando labores bastante efectivas de recolección (Pearlstein refirió un proyecto de este tipo con Abundant Robotics).

Otro campo de innovación resaltante es el de creación de trajes robóticos que tienen la flexibilidad de los que utilizan los buzos, que con un consumo inferior a los 100 watts puede funcionar por 12 horas. El objetivo en este caso es mejorar la performance de las piernas para caminar largos tramos con un costo metabólico menor.

Un ejemplo más cercano es el de la empresa ‘Ceres’ que trabaja inteligencia artificial con Camposol en Perú y otros grandes productores de arándanos. La compañía usa cámaras especiales que sobrevuelan los campos para recolectar data en tiempo real y, a través de analítica, identificar problemas con el riego y el índice de vegetación. “Es importante tener una solución sencilla, este es un buen ejemplo. ‘Ceres’ trabaja con el productor, tiene aviones, cámaras, recolecta la data y se puede ver en una aplicación del teléfono u otra plataforma. Un equipo de expertos descifra la data… hacen cosas únicas con el problema de riego, la escasez de agua, la vegetación. Con termotecnología identifican problemas en líneas de agua, fugas… al final se trata de tener uniformidad de cultivos y un mejor rendimiento”.