(Agraria.pe) Luzmila Mendoza es una de las nueve mujeres de la comunidad campesina Santa Rosa de Yanaque, en el distrito de Ácora, en la región peruana de Puno, quienes, a más de 4800 metros de altura sobre el nivel del mar, recuperan semillas originarias, herencia de sus ancestros, abuelas y madres, y las preservan para las futuras generaciones
“La semilla es como mi madre, la Pachamama”, asegura Luzmila, presidenta de “Productores Peruanos por la Agrobiodiversidad” y de la Asociación Yanaque. Para ella, cuidarlas va más allá de la supervivencia de su familia, tiene que ver con su empoderamiento y orgullo.
El valor de las semillas originarias es parte de la herencia cultural de algunos pueblos en América Latina, pero también representa el aporte que mujeres del campo como Luzmila ofrecen al mantenimiento de la seguridad alimentaria a nivel global.
Aunque los alimentos producto de la siembra de estas semillas tengan escaso valor en el comercio, Luzmila los cultiva y los comparte con su familia. “La semilla nativa de la quinua de colores es más nutritiva que la de la quinua blanca, pero tiene un precio de venta más bajo, por eso nosotros no las sembramos a gran escala, sólo para consumo familiar”, explica Luzmila.
Las productoras agrarias en Puno han recuperado más de 50 variedades de semillas nativas. Sólo Luzmila ha recuperado 26 variedades de papa, y distintas variedades de mashua, oca, olluco, cañihua y quinua nativa.
“Me siento orgullosa de haber recuperado, y de seguir conservando estas semillas nativas. Me gustaría que la demanda aumente para que las otras compañeras se animen a sembrarlas, porque son fuertes y resisten ante las heladas”, asegura Luzmila, dando cuenta del papel que las y los agricultores cumplen en las acciones de adaptación y mitigación ante el cambio climático.
Cuando Luzmila Mendoza se embarcó en la tarea de recuperación de semillas nativas, y estas produjeron papas, las mismas abuelas y abuelos del pueblo reconocieron variedades que hace mucho no tenían en sus mesas porque se pensaban extintas. “Mis abuelos usaban la papa Pintasqa, o la Pinta Milagros y la quinua Misa Jiwra junto a la Cantuta, para hacer ofrendas a la Pachamama, las que hasta hoy seguimos haciendo”, explica.
La Agricultura Andina de Perú, que se desarrolló hace más de 5.000 años y desde entonces ha continuado adaptándose al medio ambiente, fue reconocida por la FAO como SIPAM en 2011. Este conocimiento incluye terrazas, campos de cresta, sistemas de riego locales, herramientas y recursos genéticos endémicos, como la papa y la quinua, que se extienden por distintas altitudes.
En 2018, la asociación de productores que Luzmila representa fue contactada por el Proyecto para la Gestión sostenible de la agrobiodiversidad y recuperación de ecosistemas vulnerables en la región andina del Perú, de la FAO y financiado por el Fondo para el Medio Ambiente. A través del enfoque de SIPAM, la iniciativa trabajó junto a ellos la conservación de la biodiversidad en la chacra, revaloró sus prácticas tradicionales y diversificó sus procesos con asistencia técnica, articulando el trabajo de agricultoras y agricultores familiares, del gobierno central y los gobiernos locales, municipios, agrupaciones de productores agroecológicos y el Fondo Nacional para Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Profonape).
Entre las iniciativas concretas se encuentra la implementación de bancos de semillas familiares y comunales en cuatro regiones andinas del sur del Perú, entre ellas Puno, que han permitido que muchas mujeres se involucren y sean lideresas en sus comunidades.