COLUMNA DE:
Juan Faustino Escobar

Juan Faustino Escobar

Economista, Gerente General de la consultora Planeamiento & Gestión S.A.C., con estudios de maestría concluidos en Gestión Pública. Formula proyectos, planes de negocios, estrategias y es capacitador en temas de gestión empresarial: planificación estratégica y mercadeo de servicios. Ha realizado servicios para agencias de cooperación internacional, grandes empresas e instituciones públicas por más de 20 años. En ese marco, tiene capacidad para sostener diagnósticos y propuestas al más alto nivel basado en novedosos enfoques, estrategias y herramientas.
26 abril 2022 | 09:44 am Por: Juan Faustino Escobar

La tierra, la tierra*…

La tierra, la tierra*…

La denominación tradicional de las regiones del Perú clasifica el territorio en costa, sierra y selva. La primera se caracteriza por tener tierras de perfil desértico, la sierra por sus significativas pendientes, y la selva por poseer tierras húmedas y con poca capa arable. Como afirma el Ing. Abelardo de la Torre, ex jefe de la ANA (Autoridad Nacional del Agua), más que un país con apropiado territorio agrario, lo que se tiene es una población rural con alta vocación agraria que ha vencido y vence distintas adversidades.

En estos espacios, funcionan 2.2 millones de unidades agrarias, cuyos medios de producción son básicamente tierra, agua y capital. Estos factores - en el caso de los pequeños productores – son deficitarios y limitativos, por estas razones la pobreza es estructural en este segmento poblacional. Pese a esta adversidad, el agro es parte del orgullo nacional por su diversidad, aporte al mundo y por su rol en la alimentación e industria nacional (durante la pandemia demostró su grandeza).

Un asunto central que restringe el desarrollo agrario y el de las familias que componen el sector, es el factor tierra en sus distintas manifestaciones, problemas o estadios: neolatifundios, micro y pequeña propiedad (97%), comunidades campesinas y nativas (18% de 6.274 y 31% de 2.292 sin titulación, respectivamente), predios de propiedad privada (45% de 3.803,864 unidades sin títulos), tendencia creciente de alquiler de tierras por descapitalización de sus propietarios (40%), yuxtaposición de terrenos (concesionados versus comunidades nativas), tierras en litigio, predios abandonados, tierras deforestadas o invadidas, pérdida de frontera agrícola por expansión urbana, tierras en descanso por desgaste de fertilidad, miles de hectáreas de propiedad de MIDAGRI/DRAs (sin uso y con riesgo de invasión); también existen tierras salinizadas, inundadas, pendientes erosionadas; y, se constituye como graves amenazas la desertificación, el envenenamiento de suelos por el uso excesivo de agroquímicos y las tierras afectadas por el cambio climático, entre otros sucesos cruciales.

Los “promotores de la Segunda Reforma Agraria”, se equivocan por no dar la debida atención a los múltiples problemas que se configuran alrededor del tema tierra y sus secuelas. Si se pretende el desarrollo del agro, estos trastornos deben resolverse de forma prioritaria; en caso contrario, no habrá producción, productividad, ni esperanzas en muchas zonas en un futuro no tan lejano.

En esta álgida situación se hace inaplazable construir información regional -en base a variables e indicadores- tipologizando las dificultades (causas y efectos), lo que debe permitir tener un “Mapa de Problemas Sobre las Tierras Agrarias”, como una primera herramienta para enfrentar los diversos problemas. En esa línea, secuencialmente MIDAGRI debe generar políticas específicas, normas legales, promover el uso de tecnologías, aplicar estrategias y sensibilizar a la población con capacitación para gestionar con éxito estos graves obstáculos para el desarrollo.

Como parte de la agenda de políticas se propone los siguientes temas:

  1. En principio, en la línea de equidad social, los esquemas de neolatifundio no deben constituirse en base a subsidios estatales, peor aún con desarreglos legales, como es obviar los derechos sociales de sus trabajadores; también es reprobable moralmente usar las utilidades logradas en el país -con beneficios tributarios y laborales- para invertir y comprar propiedades en otros países (como ha ocurrido con la compra de predios en Colombia, Uruguay, etc.).
  2. Las pequeñas unidades agropecuarias, en su rol de unidades de consumo-producción-comercialización, deben poseer un tamaño, productividad y competitividad aceptable para tener viabilidad económica, con lo cual se tendrán las condiciones mínimas para su formalización. Mejorará el valor del terreno, se accederá a créditos y los mercados serán mejores, etc. (solo el 1% de los pequeños productores es formal).

En el Perú, el promedio de una UA es 1.3 has por familia, cuando en Holanda es de 8 hectáreas (entre el Censo 2002 y el Censo Nacional 2012 se evidencia que el tamaño de los predios se sigue reduciendo). A esta situación, se agrega la subdivisión de estos en 3 ó 4 partes. Si se desea revertir esta tendencia, solo existen dos caminos: a) se amplía la frontera agrícola en escala significativa, o b) se ingresa a un proceso de reconcentración razonable de la propiedad de la tierra (pasar de la exagerada micro propiedad a la pequeña o mediana propiedad). Hay que avanzar decididamente en esta tarea. Se debe proponer a los productores agrarios lo que quisiéramos para nosotros, así de claro.

  1. En las comunidades campesinas prevalece la propiedad comunitaria de forma, pero parcelada en la práctica. Este modelo dual, difuso y enfrentado con la realidad permite que las comunidades campesinas languidezcan en pobreza porque el “modelo” no incentiva la inversión colectiva ni privada; además se diluyen, cada vez más, las prácticas de ayuda mutua y colaboración, entre ellos. Diversos diagnósticos realizados señalan que quienes fueron presidentes o dirigentes, no quieren volver a asumir responsabilidades, lo que explica -en parte- la pérdida de la institucionalidad comunal. En este marco y con la voluntad de activar sus potencialidades, en las comunidades campesinas debe promoverse esquemas de propiedad híbrida que combine lo colectivo y lo privado (el esquema de condominios, públicos- privados, es un modelo que puede ser adaptado); y si existen las condiciones, dar paso dinámico a las parcelaciones tituladas por voluntad de los comuneros.
  2. Gran parte de las concesiones forestales se han visto inviabilizadas debido a que las tierras son reclamadas por las comunidades nativas al estar yuxtapuestas con sus territorios; esto limita desarrollar el potencial en este subsector, pese a los ostensibles ventajes comparativas que se tiene. El bosque se deforesta y no genera potencial económico: Perú exporta en promedio 125 millones de dólares año, mientras que Chile logra mercadear más de 7 mil millones de dólares en productos y derivados forestales en el mismo periodo.

Urge solucionar este tema con propuestas de concesión trasparentes o asociadas a las comunidades. Sobre el respecto, existe una nutrida legislación comparada internacional de la que puede aprenderse para bloquear la deforestación y encontrar modelos en los que empresas o inversionistas puedan compartir valor con las comunidades.

Como se advierte en la parte inicial, existen distintos temas en el factor tierras que es necesario abordar y dar solución para posibilitar opciones de negocios, crecimiento y desarrollo sostenible. En esa línea, es necesario proveer a los productores y/o empresarios agrarios seguridad jurídica, titulación, facilitar inversiones, créditos subsidiados de un Agrobanco (cuya naturaleza debe de ser de fomento), además se debe promover la transferencia de capacidades en gestión empresarial y proponer mejores esquemas de propiedad (para innovar las unidades de producción y la perspectiva del agro).

En el escenario rural existen también grandes oportunidades. En ese marco, se puede ampliar la frontera agrícola mediante: i)  habilitación de “baijales” en los bordes de los ríos amazónicos (3 millones de has potenciales); ii) vender o concesionar tierras no usadas que están bajo la  jurisdicción del MIDAGRI y DRAs; iii) conceder tierras costeñas invadidas, no habitadas, las que pueden liberarse  con negociación y gestión social; y iv) preparar una cartera de proyectos de tierras costeñas de la que podrá disponerse con el descenso del costo de desalinización del agua de mar (mirar el futuro).

Hoy, la tecnología ofrece solución a diversos problemas (satélites, cartografías digitales, drones, softwares, visores geográficos, etc.). Dentro de la gama de beneficios diversos, existen propuestas para frenar el avance de la desertificación. Conocer la experiencia del Fundo “La Cosecha del Futuro”, en la cual un pasivo ha sido convertido en un activo territorial, nos debiera ayudar a entender que se dispone tecnología -ancestral y contemporánea- para enfrentar este grave problema con éxito (sostenibilidad y rentabilidad). Al respecto, en un seminario de la Universidad del Pacifico del año 2020, Bruno Seminario hizo el siguiente comentario sobre el Fundo: “nadie debiera egresar de la universidad, si no conoce esa experiencia”

Tenemos que ponernos los “binoculares” del futuro para cuidar y poner en valor nuestros activos agrarios y la tierra dentro de ellos, si es que no queremos alimentarnos con productos sintéticos en el futuro.

 

* Inspirada en el título de la canción” La tierra, la tierra no era nuestra…” compuesta por Raúl Vásquez