Por: Hivy Ortiz, Coordinadora de la Iniciativa Regional de Agricultura Sostenible y Resiliente de la FAO para América Latina y el Caribe
(Agraria.pe) América Latina y el Caribe concentra un poco más de un tercio del total de agua dulce del mundo. Sin embargo, la creciente amenaza del cambio climático ha exacerbado la vulnerabilidad del recurso, y eventos extremos, como sequías e inundaciones, son cada vez más frecuentes, dejando consecuencias devastadoras en la región.
La agricultura ha sido uno de los sectores que más han sufrido ante el cambiante escenario de disponibilidad del agua. Actualmente, el 73% del agua dulce disponible se destina a la agricultura para la producción de alimentos.
Con una población creciente y la necesidad de alimentar a más personas con el mismo o con menos recursos hídricos, la gestión responsable del agua se convierte en un pilar fundamental para garantizar la seguridad alimentaria y nutrición en la región, en un contexto de cambio climático.
Pero ¿cómo lograrlo? Un punto clave es la colaboración regional. La cooperación en materia de aguas transfronterizas y la búsqueda de soluciones comunes para desafíos globales son esenciales para la seguridad hídrica y alimentaria.
También lo son la gobernanza y la equidad. No dejar a nadie atrás implica considerar el valor social del agua para la producción de alimentos y la seguridad alimentaria, y requiere de una gobernanza inclusiva y un marco sobre la tenencia de los recursos, agua y suelo.
Otro punto clave es el fortalecimiento de la resiliencia ante los desastres relacionados con el agua. Esto implica medidas estructurales y de gestión de los recursos hídricos, sistemas de alerta temprana y la colaboración entre gobiernos, sociedad civil, academia y comunidades locales.
También debemos apuntalar la agricultura sostenible y la conservación del suelo, produciendo con menos agua, evitando la degradación y reduciendo el estrés hídrico en zonas agrícolas.
En ese camino, el resguardo de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos de la naturaleza, son fundamentales para apuntalar ecosistemas saludables y sostenibles, desde los océanos y los ríos, para garantizar que se completen los ciclos naturales, entre ellos el del agua, contribuyendo a la lucha contra el cambio climático, a disminuir el riesgo de pandemias y para la seguridad alimentaria.
La incorporación de tecnología e innovación, como por ejemplo tecnologías de riego más eficientes, planificación del ciclo del cultivo y del riego con base en información satelital, y la reutilización del agua son oportunidades que debemos ampliar.
También es urgente fortalecer la acción climática regional, particularmente en el sector agrícola, fuente de una amplia gama de soluciones que contribuyen a la adaptación y a la mitigación del cambio climático. En ese contexto, la Plataforma de Acción Climática en Agricultura de América Latina y el Caribe (Placa), así como otras iniciativas de articulación regional se han erigido como espacios de alto nivel para abordar estos temas.
Conmemoramos el Día Mundial de la Alimentación con el lema: “El agua es vida, el agua nutre”. Esto da cuenta de la importancia estratégica de cuidar este elemento, vital para la seguridad alimentaria del planeta.
En definitiva, es urgente promover prácticas agrícolas sostenibles y resilientes, y desarrollar estrategias de adaptación, para tener un mejor medioambiente y una mejor producción, sin dejar a nadie atrás. Ciertamente, espacios de diálogo político como el Foro de Ministras y Ministros de Medio Ambiente, y espacios más técnicos como la Semana del Clima 2023 ofrecen instancias para presentar nuevas ideas, compartir lecciones aprendidas y encontrar oportunidades para trabajar en conjunto temas tan relevantes como la gestión sostenible del agua y la producción de alimentos nutritivos, en un contexto de cambio climático.
Fuente: El Peruano