Los incentivos perversos pueden describirse como aquellas medidas que en su origen perseguían un fin apreciado, sin embargo acaban generando un resultado negativo en la sociedad. Ejemplo para el agro: Otorgar créditos sin las condiciones apropiadas de flujos y garantías acaba por deteriorar la cartera crediticia de los bancos, en consecuencia a futuro se elevarán las tasas de interés y se hará más restrictiva la oferta de créditos.
De la misma forma cuando nuestro Ministerio de Salud busca implementar una especie de impuesto selectivo al consumo a la comida chatarra, difícilmente se conseguirá que la ingesta de grasas y carbohidratos se modere. En primer lugar las grasas y los carbohidratos son básicamente aceite, trigo y azúcar es decir commodities de bajo costo, tanto así que el costo de producción de una hamburguesa o bebida gaseosa es menor que el costo de producción de una ensalada o jugo de frutas. Una carga impositiva del 15% o 20% adicional difícilmente hará que la oferta alimenticia “saludable” sea de menor costo.
De otro lado si comparamos la ingesta de grasas o calorías por ración; probablemente nuestros tradicionales chicharrones, tacu tacus o seco de cabrito ofrezcan un cuadro más alarmante que las criticadas hamburguesas, papas fritas, galletas o gaseosas (ya pagan Impuesto Selectivo).
Adicionalmente la participación de la llamada comida chatarra en los presupuestos de las familias en las ciudades (mayor parte de nuestro mercado interno formal) es bastante modesta. Es decir en el peor de los casos un aumento de los precios no hará que se desincentive el consumo. La carga impositiva debería ser groseramente alta como para conseguir un efecto importante, sin embargo en este escenario la oferta gastronómica y de alimentos preparados es tan amplia que surgirán de inmediato muchos sustitutos no afectos al impuesto y adicionalmente proliferarán las carretillas de puestos de venta informal.
El peor escenario posible es que al tener una amplia gama de opciones de consumo, los precios de los productos preparados no subirán de valor (caso contrario se compra el sustituto) de darse este caso entonces el impuesto se traslada a la oferta, es decir será el productor agropecuario quien pague los platos rotos con un menor precio por sus productos.
Podemos encontrar incentivos perversos a la propuesta del impuesto a la comida chatarra. Por lo tanto, la vía impositiva es un mal camino si buscamos promover la comida saludable.
Mejores medidas pueden ser apoyar para que los comedores populares tengan una oferta de insumos y platos más saludables. Implementar el desayuno y almuerzo saludable en los colegios y acostumbrar a las personas a comer sano desde niños. En otros países hay programas municipales que apoyan a que las familias implementen su propio huerto de hortalizas en sus casas.
Reza un dicho que “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno” y en cierto modo y a veces “la cura resulta más mala que la enfermedad”.
Lima, 06 de enero del 2012