Las recientes elecciones dieron resultados que no son sorpresa, porque cualquiera cosa podía pasar. Ahora, preparándonos para la segunda vuelta, resulta de utilidad analizar algunos de los asuntos más polémicos en lo que deberá ser la política agraria para los próximos cinco años. He escogido cinco en que, a mi juicio, son de mayor trascendencia, y desde luego no son los únicos, ni se trata dentro de cada uno de ellos, de un sí o un no, sino cual es el balance más adecuado. La lección que debemos aprender es que no hay verdades absolutas y que no es posible pretender hacer prevalecer posiciones extremas.
Más Estado o mejor Estado. Las fallas en los mercados de bienes del agro, insumos y servicios para el agro tienen efectos negativos solucionables y se pueden resolver. Una vía es eliminando por ejemplo aquellas normas innecesarias creadas por la burocracia, las cuales han alimentado vicios en el sistema. La otra es tener un Estado que dice: Yo lo voy a resolver, déjenme hacerme cargo. Sobran ejemplos que demuestran que eso lleva a un sector público aumentado en número de personas cuya productividad es decreciente y a gastos desmedidos. Lleva a un sistema ineficiente en que ni el Estado ni el mercado funcionan, porque se entorpecen el uno al otro. El gran desafío: un Estado capaz, eficiente, respetado, sin corrupción, proveedor de información (cuyos atributos deben ser: objetiva, válida, oportuna, continua, veraz y suficiente) que haga posible las relaciones transparentes en el mercado. Un Estado capaz de sancionar con rigor los monopolios y los abusos. A ello se sumarán organizaciones del sector privado agrario identificadas y genuinamente comprometidas con el bien común; y empresas privadas competitivas, responsables en lo social y ambiental y tributariamente honestas y ajenas a las pretensiones de convertirse en monopolios.
Mercados externo e interno: El Perú ha sido y aun es un país exitoso en mostrar el creciente valor de las agroexportaciones hacia mercados que ha costado esfuerzo conquistar y mantener; ha revelado el gran número de empresas exportadoras; aunque no ha sido muy ufano en revelar la alta concentración en pocas empresas. Se muestran las cifras de empleo generado y los mejores salarios derivados por los trabajadores en distintas actividades de las cadenas agroexportadoras. Se mencionan, pero aún están por mostrarse los efectos multiplicadores en las economías rurales; y la distribución de costos y beneficios en las cadenas de producción-exportación. Y en el mercado interno, hemos sido exitosos en contar con una gran diversidad de productos; no todos al alcance de todos los consumidores. Además, aún se pierde un alto porcentaje postcosecha; y son inauditos los márgenes de precios entre las chacras y los consumidores. Por resolverse también está la alta dependencia de importaciones de alimentos básicos, lo cual poco se comenta, como si la oferta externa fuese segura y siempre a precios asequibles.
Tierra y agua. En ningún caso se trata de tener más; se trata más bien de aumentar la productividad sostenible de ambos recursos. Sabemos que esto es factible con tecnología, adecuada gestión y organización, que permitan además preservar, o mejor aún, mejorar la calidad de dichos recursos. Conquistar el desierto era imperativo. Se tomaron decisiones para privilegiar el modelo de las concesiones de tierras (y derecho al agua) para grandes negocios. Como era de esperarse, el modelo ha sido fuente de crecimiento, pero no ha satisfecho a quienes querían ver un modelo con más compromiso social; y ha continuado la polémica sobre si este modelo es reversible y cuáles serían las consecuencias de los cambios. Y en cuanto al agua, tenemos avances mínimos en proteger las cabeceras de cuencas, las laderas y mejorar las escorrentías y aliviar los desastres naturales. Es obvio también que no debemos postergar más las decisiones para mejorar la eficiencia de conducción y de riego en la costa; y para democratizar el abastecimiento continuo del agua para riego tecnificado en la sierra.
Costa, sierra y selva. Arrastramos por siglos la evidencia de que la prosperidad en el agro está en la costa: tierras fértiles, planas, mecanizables, con agua (aunque a veces escasa) y con acceso al mercado de Lima y puertos marítimos para exportar; qué mejor. Apenas subimos las pendientes, en la sierra encontramos la mayor parte de la población más pobre que vive de la agricultura de minifundio y la ganadería y es la más expuesta a los riesgos naturales; y que tiene costos mayores para llegar a los mercados. Y no menos importante, la selva olvidada donde la poca población está más lejos aún de los mercados; tiene a la vista y aprovecha poco la gran biodiversidad; cuyo deterioro avanza silenciosamente. Son imperativos nuevos criterios para la asignación de la inversión pública, para crear equilibrio económico, social y ambiental. Basta con la imagen lúgubre de la sierra y lo impenetrable de la selva, ambos son mitos que se han usado para justificar el no hacer o hacer minucias, más para las fotos que para hacer cambios reales.
Agricultura y minería: Ellas son las dos actividades económicamente más significativas en el espacio rural de gran parte de la sierra, con importantes implicaciones sociales y ambientales. Ambas generan empleo, la primera vía de asalariados, y la segunda, especialmente vía la ocupación familiar. ¿Cómo asegurar la coexistencia? Los daños ambientales son irreparables en el caso de la antigua minería, causados por la destrucción de los suelos y contaminación de las aguas. Esto ha sido parcialmente superado en la minería moderna, la cual cuenta con tecnología que permite una convivencia con la agricultura. Los daños ambientales de la agricultura, aunque de menor magnitud, causados por la erosión especialmente, son viables de superar con buenas prácticas agrícolas y ganaderas. Ambas, la minería y la agricultura, deben dejar de ser vistas solo como actividades primarias y en posiciones antagónicas y atraer inversión privada comprometida en generar valor agregado en las regiones donde se realizan. El cambio es impostergable.
Corto y largo plazo. Sin lugar a dudas hay que priorizar acciones y ser muy cuidadoso en la asignación de recursos. El debate convocado por Agraria.pe hace tres semanas parecía estar guiado por la percepción común de que no hay limitaciones de recursos, ni necesidad de priorizar. La pandemia, aun con nosotros por un tiempo más, nos pone exigencias inmediatas para que la población más afectada tenga formas de generación de ingresos y alimentos. La ayuda es indispensable para los más afligidos y con menores posibilidades de resolver por sus medios la situación. Sin embargo, lo que se haga para el corto plazo debe sentar las bases para un modelo más sostenible que el que hemos tenido, el cual ha demostrado su fragilidad. Es importante, por ejemplo, infundir intensamente la solidaridad; apoyar en forma más decidida las organizaciones locales y superar el individualismo; desterrar la idea de un Estado Regalón; y prevenir el futuro incierto, siendo más cauto en las inversiones privadas y públicas, no importa su escala.
He mencionado varios aspectos que son complejos de abordar dada la riqueza agroecológica y cultural de nuestro país, pero espero haber contribuido a que se deje a un lado las propuestas dogmáticas o ideológicas, para más bien construir un derrotero que nos permita crecimiento económico con desarrollo, en el marco de nuestra realidad; y especialmente reconocer que hay cosas que se deben hacer ahora, pues mañana será muy tarde. Ojalá estos aportes sean objeto de un concienzudo análisis de parte de los dos candidatos a la segunda vuelta y de sus equipos, los cuales deben integrar personas que conocen de varios aspectos y no solo de la agricultura primaria. Ya lo he repetido muchas veces, los desafíos del agro y el sistema agroalimentario (y la agregación de valor en ambos casos) requieren el concurso de varias disciplinas.
Esperamos que luego del análisis y la priorización de medidas para el agro y el medio rural, estemos claros sobre cuál es la mejor decisión para nuestro voto. Queremos escuchar propuestas concretas y compromisos, en el supuesto que, quien logre la presidencia en esta segunda vuelta, cumplirá con su palabra©.