En 1776 el filósofo (la economía como profesión no existía aún) Adam Smith publica su conocido libro “Investigación sobre la Naturaleza y causas de la Riqueza de las Naciones” donde da vida a la conocida frase de “la mano invisible”. Frase que se puede resumir en que el comportamiento egoísta del hombre en buscar su propio beneficio hace que su esfuerzo se oriente a las actividades que le generen mayor valor, de donde obtiene la mayor cantidad de dinero o bienes, lo que acaba favoreciendo a la sociedad en su conjunto. Esto como si interviniera una mano invisible que logra el bien común sin buscarlo.
Lo anterior sin duda es el fundamento del capitalismo moderno que se puede resumir en la utilización del capital en actividades que generen renta lo que permite crecer, reinvertir y seguir generando renta a futuro. En ese proceso, la sociedad se beneficia con el pago de impuestos y la generación de empleo. Este sistema se va completando cuando el estado va regulando las adecuadas condiciones laborales, los beneficios sociales y el cuidado del medio ambiente.
El modelo capitalista ha sido la base del crecimiento de todas las economías desarrolladas aunque con algunos matices, matices que han jugado con un rol del estado más regulador, intervencionista o más laxo. Pero en todos lados el sector privado es el gran generador de riqueza.
La economía peruana en términos simples, durante el 2010, estuvo representada en un 62% por el gasto privado y en un 19% por la inversión privada. El impacto de la inversión y del gasto público en el PBI fue sólo 16%. Es decir la riqueza y el crecimiento nuestro ahora depende en un 81% de cuán bien le vaya al sector privado y cuán bien el sector público pueda darle el entorno para que esto suceda. Entorno que incluye tener una sociedad con paz social y sin mucha desigualdad. Desigualdad que el sector privado persé ayuda a disminuir más rápido con la generación de apropiado empleo y oportunidades para el emprendimiento.
Hace un par de décadas tuve el privilegio de presenciar una “faena” en una comunidad campesina de Huancavelica donde estaban reforzando un camino rural. Es impresionante ver a todos los miembros de la comunidad trabajando por el bien común y sentir la satisfacción que tenían por hacerlo. Pero también hay que decir que este comportamiento comunitario no se sumaba al de otras comunidades, donde por el contrario existía mucha rivalidad. Esta situación nos lleva a conocer lo diverso que es nuestro país y lo difícil por tanto establecer mecanismos de fomento gubernamental en las zonas rurales.
Cuando llegué a la azucarera Andahuasi en el 2008 pude conocer que allí también solían hacer faenas donde todos los trabajadores accionistas y sus familias acudían los domingos al campo a aportar su día de trabajo gratuito para ayudar al reflotamiento de la empresa, sin duda fueron otros tiempos en Andahuasi, una azucarera que pudo superar el infortunio de haberse enfrentado al terrorismo y que logró crecer con un modelo empresarial tipo cooperativo.
Es una pena que los destinos de Andahuasi sigan entrampados en el poder judicial. Poder del estado incapaz de poder establecer o promover mecanismos rápidos de solución de conflictos y por el contrario parece gustoso de enmarañarse con acciones de amparo y resoluciones contradictorias de jueces de dudosa trayectoria.
La mano invisible y la naturaleza comunitaria de algunas zonas son elementos a tener en cuenta en los planes de gobierno para el sector rural de las agrupaciones políticas, planes que deben tener en cuenta nuestra diversidad cultural y nuestra historia. No obstante, como está conformada nuestra economía, el estado puede darse el lujo de darle matices más o menos subsidiarios al cómo estructura el presupuesto anual de la república, de lo que no puede darse el lujo es de de no generar incentivos para que la inversión privada se fortalezca.
Lima, 31 de Marzo del 2011