Por: Miguel Pintado, economista del Cepes.
(Agraria.pe) El pasado jueves 11 de mayo, el jefe del INEI presentó los resultados de la pobreza monetaria en el país, destacando un notable empeoramiento del indicador para el 2022. En este último año, más de medio millón de personas ingresaron nuevamente a la condición de pobreza, debido, principalmente, a las presiones inflacionarias coyunturales y la constante pérdida de capacidad adquisitiva de la población cuyos impactos han ido más allá de lo monetario (incrementos del déficit calórico, la desnutrición crónica, la anemia, entre otros indicadores). No quedan dudas de que este último año la seguridad económica y alimentaria de millones de familias peruanas han quedado deterioradas.
Bajo este escenario crítico, la agricultura del país, sin embargo, mal que bien, ha podido responder a las demandas alimentarias de toda la población, a pesar de estar doblemente golpeada, de un lado, por las presiones inflacionarias y, de otro lado, por el encarecimiento de sus principales insumos agrícolas (urea y otros fertilizantes químicos) que son de uso extensivo en el país. Este año se ha sumado un tercer impacto negativo: el de los fenómenos climáticos recientes (inundaciones, desbordes, huaicos) que supusieron pérdidas de sembríos en varias zonas productoras del país. Con tantos golpes consecutivos a la agricultura, resulta necesaria la intervención estatal, así como la aplicación de políticas que permitan su recuperación económica. Para entender la magnitud del problema, repasemos cuál es la situación actual de pobreza en la agricultura[1] y cómo esta ha venido evolucionando.
Cuatro de cada diez personas son pobres en la agricultura, situación claramente más crítica que a nivel nacional. Durante los últimos diez años, la incidencia de pobreza en la agricultura había tenido una tendencia a la baja de manera similar al indicador nacional. La pandemia en el 2020 golpeó duramente las economías familiares a nivel nacional; sin embargo, los hogares agropecuarios mantuvieron resistencia, pues fue el único sector que se mantuvo en actividad (recordemos que se paralizaron todas las actividades económicas no prioritarias). Esta aparente resiliencia, no obstante, se ha desvanecido en los últimos dos años a raíz de las presiones inflacionarias coyunturales (que han encarecido casi todos los bienes que componen la canasta básica), del encarecimiento de insumos agrícolas (principalmente, la urea) y de los combustibles (elevación de los costos de transportes y del uso de maquinaria agrícola).
Estos diferentes factores están conduciendo a la paulatina descapitalización de las familias agricultoras del país, lo cual se ve reflejado, hoy en día, en la elevación de las tasas de pobreza. Las medidas de apoyo y de emergencia aplicadas al sector (FertiAbono, FAE-agro, Plan de Emergencia Agraria, Con Punche Perú Agro, entre otras), han sido necesarias, pero no suficientes para amortiguar los impactos negativos sobre la economía de estas familias. Siendo la agricultura el principal soporte de la seguridad alimentaria y el principal sustento económico para millones de familias en el país (la agricultura es el sector que más trabajo absorbe en el Perú), necesita una atención doblemente urgente.
Dato
. [1] No se debe confundir con la pobreza rural. En las áreas rurales, la agricultura es una de las actividades principales, pero no la única. De manera similar, la agricultura se desarrolla principalmente en zonas definidas por la encuesta como rurales, pero no en su totalidad. Para fines del presente artículo, definimos como ‘Agricultura’ a todos aquellos hogares cuya jefatura es encabezada por productores agropecuarios. Para los cálculos de pobreza, se considera a la población involucrada en dichos hogares.