Por: Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe; Hira Channa, economista agrícola; y Michael Morris, economista jefe de Agricultura del Banco Mundial
(Agraria.pe) Poner comida sobre la mesa se ha vuelto cada vez más difícil para las familias en América Latina y el Caribe. La crisis mundial ha impactado de forma significativa a la región: la subida del precio de los combustibles y los alimentos está erosionando el poder adquisitivo de todos los hogares, particularmente los más pobres , quienes gastan un porcentaje mayor de sus ingresos en alimentos y transporte. Los hogares se han saltado sus alimentos porque no pueden pagarlos o por falta de recursos para adquirirlos. Esta problemática es especialmente preocupante en los países andinos, caribeños y centroamericanos, donde más del 30% de los hogares afronta estas dificultades, según una encuesta del Banco Mundial.
Esta situación exige una respuesta urgente, a corto y a largo plazo.
Primero, analicemos rápidamente los orígenes de la crisis mundial del precio de los alimentos. Incluso antes de que la guerra ruso-ucraniana amenazara la seguridad alimentaria al alterar el comercio de alimentos, de los combustibles y fertilizantes, los precios de los alimentos ya estaban en ascenso en todo el mundo, como muestra la imagen 1.
En los últimos años, los eventos climáticos se combinaron con el impacto de la Covid-19 para reducir la producción y ejercer una presión al alza sobre el precio de los alimentos . Esto generó que la inflación del precio de los alimentos superara la inflación general en varios países de América Latina y el Caribe, como se muestra en la siguiente imagen.
Los efectos de la crisis mundial del precio de los alimentos son significativos y van más allá de su impacto regional. Dado que Latinoamérica es la mayor exportadora neta de alimentos del mundo, cualquier impacto a sus sistemas agroalimentarios tendrá repercusiones en todo el planeta.
Los agricultores y ganaderos desempeñan un papel importante para reducir y estabilizar los precios de los alimentos al suministrarlos al mercado en el momento oportuno. Sin embargo, para que esto pueda funcionar, las políticas agrícolas y alimentarias deben promover inversiones a fin de mejorar la competitividad del sector y aprovechar las oportunidades del mercado.
¿Cómo asegurar el suministro de alimentos a largo plazo?
Recientemente nos reunimos con ministros de Agricultura de la región quienes se mostraron muy preocupados sobre el alza del precio de los alimentos y el fuerte incremento en los combustibles y los fertilizantes. Además, compartieron su visión sobre cómo apoyar al sector para continuar el suministro de alimentos a nivel local y mundial. Las respuestas a la crisis alimentaria varían según las circunstancias específicas de cada país.
En ese sentido, es fundamental diseñar una serie adecuada de medidas urgentes que protejan a la población más vulnerable de la subida de los precios de los alimentos, así como acciones estratégicas para asegurar que el suministro aumente y se mantenga en el futuro.
Las medidas necesarias para abordar la crisis alimentaria abarcan cuatro ámbitos:
Medidas a corto plazo, consecuencias a largo plazo
La crisis del precio de los alimentos generó la necesidad urgente de atender las necesidades inmediatas. Sin embargo, no debemos perder de vista el objetivo a largo plazo de transformar los sistemas alimentarios para que se vuelvan más resilientes y contribuyan a la economía, el medio ambiente y la salud humana, tanto a nivel regional como mundial.
En los últimos tres años (2019-2021), el Banco Mundial brindó un apoyo significativo a los sistemas alimentarios de Latinoamérica: alrededor de US$ 300 millones al año para programas de desarrollo agropecuario y otros US$ 1.500 millones para programas de protección social.
Estamos preparados para ayudar a los países a poner en marcha medidas de emergencia para responder a las necesidades inmediatas derivadas de la crisis mundial del precio de los alimentos y realizar inversiones para promover la resiliencia a largo plazo de sus sistemas alimentarios.
Fuente: Banco Mundial