Especialista pidió salir de la “zona de confort” que tiene el país para la producción vinícola en Ica y buscar nuevos espacios donde encontrar variedades que otorguen singularidad al vino nacional. Hasta el 10 de julio se celebra la III Semana del Vino Peruano.
(Agraria.pe) Desde el primer día de este mes hasta el próximo día 10 se celebra la III Semana del Vino Peruano, evento instaurado en el 2014 y que tiene como objetivo vincular a los vinos nacionales con la alta gastronomía. Carlos de Piérola, director del portal barricas.com y especialista en temas de vino para el portal de Semana Económica, fue entrevistado a propósito por el periodista Gonzalo Pajares para su blog ‘Para comerte mejor’ de la plataforma online LaMula.pe. A continuación, reproducimos esta interesante conversación.
¿Este es un buen momento para el vino peruano?
Es un momento de renacimiento para una bebida que tiene 470 años de historia en nuestro país. Quizá durante muchos años estuvimos dormidos, pero tenemos historia. Esta historia ha vivido grandes crisis y algunos momentos, un poco lejanos, de cierta bonanza. Sin embargo, nuestro vino vive hoy una etapa de recomposición: se está adaptando a los nuevos tiempos y entendiendo que la tradición es una base muy importante, pero que sola no basta, que no hay que dormirse en los viejos laureles, que hay que mirar atrás pero también plantearse un futuro.
Los historiadores del vino dicen que hacíamos muy buenos mostros durante la colonia y también en la etapa republicana…
Hemos tenido algunas joyas, algunas escondidas, y que nos han llegado hasta hoy. Por ejemplo, conmigo tengo un cosecha tardía Italia hecho en Majes (Arequipa) hace más de 10 generaciones. Es un vino delicado, elegante, muy interesante. Como este hay otras pequeñas joyas que están por allí esperando consumidores. En el Perú, hay algunos buenos vinos por descubrir.
¿Tenemos una industria de vino en el Perú?
Sí, y con bodegas centenarias como Tacama, Tabernero, Vista Alegre, Queirolo y Ocucaje. Varias de ellas han tenido algunos vaivenes, pero no podemos negar que tienen historia. Hay un patrimonio interesante por explotar. Claro, algunas han hecho mejores vinos que las otras, pero la ‘Semana del Vino Peruano’ aparece porque comienza a renacer un producto, influenciado sin duda por la presencia cada vez más importante de vino extranjero, que ha generado curiosidad en el consumidor, quien cada vez está mejor informado y busca cosas nuevas y, por ello, también dirige su mirada hacia lo que se produce en nuestro país. Hoy vivimos un proceso de autoconocimiento de los productores, quienes están viendo qué cepas son las que les dan mejores resultados, pero también están mirando el mercado –local y foráneo- para ver dónde encaja mejor el vino peruano, apostando por mostros singulares y, a la vez, contemporáneos. Por ejemplo, que Quierolo cultive hoy 400 hectáreas de viñedos, que haya instalado una planta muy moderna, que haya implantado algunas cepas nobles de origen europeo, son evidencias que indican que se quieren hacer las cosas bien y mirando al mundo. Pero también hay apuestas interesantes de parte de productores más pequeños.
¿Hay un estilo peruano de hacer vino?
Estamos viviendo nuestra adolescencia, estamos buscando nuestro carácter o nuestros varios caracteres, quizás nos toque ser diversos. Durante una época, España quiso hacer Cabernet Sauvignon, pero luego se dio cuenta de que debía mirar a sus cepas y hacer, así, vinos en verdad españoles. Hoy Estados Unidos hace Cabernet Sauvignon, pero a su estilo. Encontrar el camino propio toma un tiempo, pero lo que debemos tener claro es que, por ejemplo, no podemos hacer vinos franceses en el Perú. Es decir, los hitos aún están por darse, y ojalá dentro de 10 años hayan tres o cuatro bodegas de calidad en Moquegua, algunas más en Tacna, otras en Arequipa (Majes, Caravelí), etc. Mientras tanto, el vino peruano debe mirar hacia dentro y hacia el pasado para ganar singularidad, pero también hacia las cosas buenas que se hacen afuera y, en ese contexto, recoger las bondades que ha traído la tecnología: hoy, por ejemplo, un tanque de acero es una necesidad.
España tiene a la tempranillo; Argentina a la Malbec. ¿El Perú ya tiene su cepa?
No hay una variedad predominante. No creo que la quebranta, a pesar de su inmensa historia, sea la llamada a liderar el proceso de cambio y renacimiento del vino peruano. Quizás nos toque ser más inclusivos, no adscribir nuestra evolución a una sola variedad. A pesar de mi romanticismo, yo veo al vino como una industria, y las industrias son las locomotoras, las que crean la base para que después aparezcan productos más sofisticados, especiales, orgánicos, biodinámicos, de lujo, etc. Yo siento que debe haber espacio para todos, sin hacerle asco ni a lo exclusivo ni a lo masivo: algunos pondrán sus mostos en tinajas, otros en cemento, otros en acero, sin que eso implique desdeñar a ninguno.
¿Las zonas para sembrar viñedos en el Perú ya están establecidas?
No, tenemos muchas tierras donde se siembran viñedos, pero en otras zonas la búsqueda recién se ha iniciado. En este sentido, Chile es un ejemplo. Hay zonas de su territorio donde hace 10 o 15 años no se sembraba nada y hoy se elaboran allí vinos de calidad porque invirtieron, porque pusieron tecnología, porque pusieron expertos, porque quisieron seguir creciendo. Nosotros tenemos nuestra zona de confort, que es Ica, pero el reto está en buscar otros espacios donde encontrar aquellas tan anheladas singularidades, las que harán diferente, quizás único, al vino peruano, y así darle mayor profundidad y riqueza a nuestra oferta vinera. Los Andes quizás sean ese escenario por descubrir.
¿Por qué no pensar en las cepas pisqueras como representantes de estas singularidades?
Repito, hay lugar para todas las cepas, incluidas las pisqueras, y también para todas las tecnologías. Siempre se habla de tendencias, de sistemas alternativos de maceración y elaboración como los huevos de cemento, el poco uso de madera, el ampliar el uso de las barricas a un quinto, sexto o más usos, lo que me parece muy valioso porque nos permite descubrirnos y hasta reinventarnos, pero debemos ser claros en esto: estos sistemas alternativos representan solo el 1% de la industria del vino. Hay que encontrar el punto medio, y aprovechar lo mejor de cada cosa, de cada tendencia, de cada tecnología. De acá a 50 0 100 años alguien dirá: “Mi abuelo usaba madera de primer uso al hacer sus vinos”, y nadie creerá que eso es posible, y esta persona replicará: “Hoy haré vinos ricos de verdad, con mucha madera, como los hacía mi abuelo” (risas). Yo prefiero vinos más equilibrados, pero las verdades no son únicas y, además, son dinámicas. No voy a decir que necesitamos gente loca, pero sí se nos hace indispensable gente con una visión exótica que nos permita ir creando el nuevo mapa del vino en el Perú.