Funcionario reconoce que a nivel de infraestructura de investigación agrícola el país se encuentra muy débil y no se cuenta con profesionales altamente especializados en el sector. Destaca esfuerzo de los privados para desarrollar la agroexportación y la apuesta del Estado con la inversión de US$ 190 millones para el PNIA.
(Agraria.pe) Los retos para el desarrollo agrícola peruano parecen ser infinitos. Desde su dificultad organizativa hasta el control o mitigación de impactos por factores externos -como el cambio climático- sobre los que solo cabe adaptarse, pasando por la terrible carencia de profesionales altamente especializados para desarrollar de manera profesional el sector y la pésima planificación urbana. De estos temas habló con Agraria.pe, Luis De Stefano Beltrán, director general de la Dirección de Desarrollo Tenológico-Agrario del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA).
¿Cuál es la importancia del factor tecnológico en la agricultura peruana para enfrentar temas como el cambio climático?
Tenemos una infraestructura de investigación bastante débil, por eso el Gobierno ha desarrollado un proyecto que es el PNIA (Programa Nacional de Innovación Agraria) y que consta de dos aspectos: uno que es potenciar al INIA como institución, y otro que es la renovación o fortalecimiento de todo el sistema nacional de innovación agraria, lo que significa trabajo con universidades, empresas, asociaciones de productores, etc. Es un proyecto que empezó el año pasado con un fondo de US$ 190 millones para cinco años. Esperemos que tenga frutos.
¿Cómo está posicionado el país para enfrentar los retos de la agricultura moderna?
Estamos mal. Todo lo que es agricultura de exportación se lo debemos al esfuerzo del sector privado que ha traído tecnología de afuera. Casi todas las variedades de espárragos que hay corresponden a variedades producidas afuera. Tenemos un gran reto en el sector público que es fortalecer a las instituciones nacionales de investigación, darles recursos humanos y dinero para que en poco tiempo estén a la altura de sus funciones.
¿Cuáles son las metas que tienen a largo plazo?
A largo plazo, obtener variedades para el clima que habrá dentro de 20 años. Crear una nueva variedad demora entre 7 o 8 años. Una nueva variedad de café demora 30 años para desarrollarse. Tenemos que acortar esos plazos porque hay grandes desafíos. No solo es el cambio climático, sino que ahora tenemos menos tierra por peruano, la estamos perdiendo por la degradación de los suelos y la urbanización descontrolada.
¿Cuán grave es el problema de la urbanización que se superpone en terrenos que solían ser agrícola?
Hace poco pregunté a un arequipeño cuánto habían perdido en campiña y tierras fértiles en los últimos 20 años, me dijo que 3 mil hectáreas. Son terrenos que fueron fértiles y que para siempre quedarán cubiertos de veredas, casas, pistas, nunca más se sembrará allí. Lo mismo sucede en Trujillo y otros departamentos. En Lima perdimos miles de hectáreas en San Borja, San Miguel, Surco.
¿No hubo instituciones que organicen el sector?
No, no hubo. Por ejemplo, en el caso de la quinua se ha incrementado la producción a 70 mil hectáreas, lo que está bien, pero lo estamos haciendo sembrando en más terreno. La productividad va de 750 kg a 1.5 o 2 toneladas por hectárea, pero yo pregunté a tres genetistas diferentes sobre esto y me dijeron que el techo por hectárea de la quinua es de 10 a 12 toneladas por hectáreas. Estamos lejos, necesitamos un montón de esfuerzo para investigar, obtener variedades más enanas. Tiene que haber una ‘revolución verde’ como la que sacó un trigo más grande con espigas con mayor cantidad de semillas por planta.
Para esto se necesita un trabajo muy especializado.
No tenemos la gente, a veces porque los sueldos son bajos, a veces porque simplemente no hay. Si pongo un aviso en el periódico pidiendo un PhD en postcosecha y ofrezco US$ 10 mil mensuales no encuentro ni uno. La gran mayoría de gente que gusta de trabajar en esto se ha ido afuera. Los ingenieros agrónomos al no ver futuro se dedicaron ya no a la investigación sino a la producción, vender fertilizantes, semillas, dar consultorías, todo un desarrollo profesional pero no a investigación. Tenemos que lograr que un chico de 15 o 16 años quiera ser entomólogo, agrometeorólogo, experto en cosechas, aunque más ‘bacán’ les parece ser ingenieros de computación o sacar nuevos celulares que trabajar en obtener nuevas variedades de nuestros productos.
Dato
.Luis De Stefano participó como expositor en la primera fecha del ‘Taller de Adaptabilidad al Cambio Climático: Desafíos y Oportunidades de la Agricultura en América Latina’, que organizan Gobernabilidad Perú y la Konrad Adenauer Stiftung.