(Agraria.pe) Desde una estancia alpaquera en el Anexo Pucasaya -San Juan de Tarucani (Arequipa, Perú), Inés Flores, trabaja día a día en la Puchka, habilidad heredada de sus ancestros que consiste en hilar la lana de alpaca para hacerla una hebra dura con la que se puede tejer diversas prendas.
Sus hermosas artesanías la llevaron hasta Roma (Italia), a la Exposición del Rincón Cultural del Año Internacional de los Camélidos (AIC) 2024, parte del evento anual insignia del Foro Mundial de la Alimentación que se realizó del 14 al 18 de octubre.
A veces, uno se pone a pensar: a más de 4.500 metros de altura y con temperaturas que en las noches registran menos de cero grados centígrados, ¿resistiríamos al frío extremo? Es duro. A Inés se le quiebra la voz y no precisamente por el frío: “Podemos estar categorizadas como pobres, pero no somos pobres porque queremos ser pobres, sino porque no tenemos oportunidades”. Inés insiste en que quiere transmitir a todas sus compañeras artesanas que es posible sustentarse con su trabajo, mientras dirige el pastoreo junto a Tedi y Cayetana, alpacas macho y hembra de nueve y ocho meses a las que se refiere con cariño y que ha adornado con borlas de lana teñida de colores. “Soy así desde niña”, le doy un nombre a las llamas y alpacas, confiesa más calmada, y con una sonrisa traviesa.
Inés Flores es una de los más de 92 mil alpaqueros del Perú que viven en comunidades donde la agricultura es inviable debido al frío extremo. En estas localidades, su principal actividad económica es la crianza de los camélidos, pero, cada año, por el cambio climático, es menos rentable continuar con este trabajo, sobre todo por las sequías y heladas que están reduciendo la disponibilidad de agua y pastos naturales para sus animales.
Ella nos cuenta que la crianza de alpacas es una actividad familiar: junto a sus tres hermanos y su esposo se turnan en la crianza y en los trabajos necesarios para mantener a sus más de doscientas llamas y alpacas. “Cuando llueve, el agua del río puede tapar los canales de los bofedales. Entonces, para la época de lluvia arreglamos los canales para seguir regando, también abonamos los bofedales. Este trabajo lo hacemos en familia, y en la crianza en el campo nos turnamos con mis hermanos cada dos meses”.
Para que una chompa de fibra de alpaca llegue a nuestras manos se requiere de una conexión con la naturaleza y de vivencias que la artesana comparte. Ella subraya que una crianza buena de alpacas debe darse en el campo, y la esquila en un corral. La puchka o hilado se hace caminando, mientras se pastorea. El tejido es en casa, lejos de la estancia.
Tras la esquilada de las alpacas, desde que era pequeña, Inés y su familia tenían por costumbre tejer prendas sin teñir las lanas. Tras la muerte de su madre, ella lidera el tejido en la familia e inició sus ventas en la ciudad de Arequipa con prendas de hilos tinturados. Sin embargo, con el pasar de los años, se dio cuenta que los compradores preferían colores naturales desde los hilos. El papel del comprador es importante: “las personas que nos compran gustan más de lo natural, lo que es sostenible, le llaman economía circular”, resalta.
Durante el pastoreo de las alpacas y llamas a más de 4 mil 500 metros sobre el nivel del mar, Inés recuerda los años que lleva siendo artesana y su experiencia de vida. La zona en que residen ella, su familia y sus compañeras artesanas, está categorizada como área de pobreza extrema, pero cuando reflexiona sobre el tema aclara: “necesitamos oportunidades de trabajo para demostrarnos a nosotras mismas que podemos sustentarnos, que tenemos la capacidad”. La criadora y artesana insiste en que quiere transmitir a todas sus compañeras artesanas que es posible sustentarse con su trabajo.
En la misma línea, Inés Flores nos cuenta que participó en las asambleas del presupuesto participativo 2025 en su provincia, y que ha propuesto hacer más cochas, porque los bebederos naturales para alpacas se secan más rápido cada año: “Queremos ecosistemas más fuertes para proteger a los animales que criamos, pero también a la biodiversidad, a los guanacos, vicuñas y pumas que viven en las partes más altas. Porque si no lo hacemos, el cambio climático nos va a afectar más de lo que nos afecta ahora”.
Maravilló a los asistentes durante su exposición en el Rincón Cultural del Año Internacional de los Camélidos (AIC) 2024
Así como participa en las asambleas, ella también es activa en talleres, congresos y espacios de sensibilización en la ciudad de Arequipa. Inés valora espacios en los que recibe capacitación y asistencia técnica y en los que se reconoce su trayectoria. Así fue como la convocaron para ser parte del Foro Mundial de la Alimentación, y de la Exposición del Rincón Cultural del Año Internacional de los Camélidos (AIC) 2024, en la que maravilló a los asistentes con sus vivencias, su conexión con la naturaleza, y con historias sobre cómo cría a sus alpacas y transforma el regalo que ellas le brindan. “Llevé un poquito de fibra de alpaca a Roma. También la puchka, que es un palito que tiene como una faldita. Ahí es donde juntamos el hilo, lo llenamos, hacemos una bolita de 2 hebras y luego lo torcemos, después hacemos otra bolita y de ahí, empezamos a tejer a palitos o a crochet. Todo lo que aprendí desde niña se los mostré y les gustó”.
Inés Flores reconoce que el cambio climático es un desafío a nivel mundial. Cuenta que en el Foro Mundial de la Alimentación las personas que la vieron y escucharon su historia discutieron con ella sobre la importancia de las acciones de adaptación que realiza junto a su comunidad. “Me gustaría seguir participando de eventos como este, sobre todo para que las instituciones, así como las Naciones Unidas, como FAO, sepan la verdad de quienes venimos de la altura, sufrimos el cambio climático y criamos las alpacas. Que, sobre todo, conozcan nuestra manera de vivir con la tierra y el agua. Qué es lo que necesitamos, y cuál es nuestro potencial”.