Solo aparece esporádicamente durante el verano y ha sabido crecer de forma silvestre. Por su sabor, en el norte se produce en gran cantidad ahora y se exporta incluso al mercado de Ecuador, donde es muy apreciada.
(Agraria.pe) Su nombre científico es Spondias purpurea, aunque la gran mayoría la conoce entre nosotros como ciruela peruana, ciruela criolla y hasta como cirgüela. Y sin embargo, no es una ciruela sino una drupa.
Se le encuentra a lo largo de la costa peruana hacia el norte, con especial énfasis entre Piura y Tumbes, donde los calibres del fruto pueden ser mayores. William Daga, especialista en frutales de Sierra y Selva Exportadora, resalta que destaca por su color rojizo y tener poca carne que sin embargo es sabrosa. De hecho, en esas soleadas tierras esta “ciruela” es tan emblemática que hasta le dedican un festival en Virú.
“En el norte, Chicama es una zona emblemática (de producción); en Virú se produce más de 30 mil toneladas anuales. Se cultiva bastante sobre todo en Tumbes y Piura para exportarla al Ecuador; al ecuatoriano le encanta este tipo de fruta”, explica.
La atracción del mercado del país norteño es tal que casi todo lo producido en Tumbes se va para allá, refiere, en tanto que la producción de Virú sí se distribuye en mercados locales como Lima e Ica, donde también se siembra. En total, un 8 a 10% de la producción total del país se destina a la exportación, con las complicaciones propias que tiene una fruta que es extremadamente delicada. En Ecuador se paga de 4 a 5 soles el kilo, un rango similar al mercado peruano en el que oscila entre 3 a 5 soles por kilo.
De producción efímera, la ciruela peruana se encuentra principalmente en meses de verano, con énfasis entre febrero y marzo, y luego desaparece del mercado hasta el próximo año. Por eso sus tintes rojizos solo adornan los puestos esporádicamente.
A pesar de su preponderancia, este fruto no es muy estudiado a nivel de las autoridades y de hecho no se le hace prácticamente seguimiento aunque es originario de Mesoamérica, incluyendo a Brasil y Perú, por lo que somos centro de origen. Así, se ha desarrollado de forma silvestre y casi sin llamar la atención, tendida entre los cercos y como separación de las parcelas, escondiendo un dulzor que siempre se ha sabido apreciar.