Según la SBS, al cierre del 2016, los créditos otorgados al sector agropecuario ascendieron a S/ 9,471 millones, de ello el Banco Agropecuario -Agrobanco- otorgó el 16.8%, las cajas rurales el 11%, las cajas municipales el 8.9% y el saldo más importante correspondió a la banca múltiple dirigida principalmente a la mediana y gran empresa agrícola. Sin embargo, la estadística no muestra a los cerca de 700 mil productores agropecuarios que requieren un crédito y no acceden a él (dato extraído de la memoria anual de Agrobanco - 2016).
Agrobanco atendió (2016) 73 mil operaciones de crédito por un total de S/ 1,694 millones; ha sincerado sus estados financieros arrojando una pérdida anual de S/ 95 millones que corresponde principalmente a castigos de créditos otorgados en el gobierno anterior y que no han podido recuperarse. Es muy posible que este año, Agrobanco, cierre con pérdidas también; no obstante, para el 2018 ya habrá superado la tormenta.
Hay una agenda importante que atender hoy: la cartera cafetalera, que supera los S/ 200 millones y que requiere de una acción inmediata del Estado para ayudar al banco a refinanciar estos créditos -están en una situación de morosidad potencial- que en su momento se dieron a productores, con plantaciones afectadas por la roya amarilla, y que siguen padeciendo los bajos precios internacionales del café. Hay una propuesta que considero que es la más sensata y es que el MEF otorgue recursos al fondo AGROPERU (Administrado por el MINAGRI) para poder comprar esta cartera y poder refinanciar los créditos, sincerando las proyecciones de ingresos/egresos de los productores.
Si damos por cierta la premisa de que el banco agropecuario es una herramienta de política pública importante para el país, entonces no hay tiempo que perder. El problema es que la importancia del banco no está muy clara para muchos tomadores de decisiones.
El Estado requiere un banco de fomento para el agro, tal como sucede en la mayoría de países del mundo. Más aun en el caso del Perú, con niveles altos de pobreza rural (46%) y mercados incompletos de servicios financieros y de seguros. El banco y el Fondo AGROPERU son la mejor herramienta que puede tener el gobierno para llegar a un sector sub-atendido y también para apagar potenciales incendios sociales, actuando lo más temprano posible (siempre prevenir cuesta menos que curar). Cuánto le cuesta al país un conflicto social, cuánto nos cuesta la elección de malas autoridades que emergen del descontento rural. El asunto es cómo hacer un banco moderno que funcione bien y efectivamente genere dinámicas de desarrollo rural.
No necesitamos un banco de segundo piso que sólo se dedique a inyectar créditos de bajo costo a las entidades financieras, para que ellas rentabilicen los fondos y el sector siga atendido a tasas muy altas (sobrevaloración del riesgo) y además se mantenga la excesiva racionalización del financiamiento.
Tampoco es necesario un banco tradicional de primer piso que mantenga una costosa estructura operativa. Podemos tener simplemente un equipo reducido de técnicos que utilizando un Sistema Integrado de Gestión (ERP) puedan evaluar y aprobar créditos en 48 horas, tal como lo hace la banca privada. Una vez aprobado el préstamo, se puede emitir un certificado de crédito o de garantía -electrónicos- que podrían ser cobrados o utilizados inmediatamente en cualquier banco del país.
Lo anterior es perfectamente posible, tenemos información de sobra sobre flujos de ingresos/egresos de los cultivos y crianzas por valle, provincias o distritos. Tenemos información histórica de todos los bancos a través de la SBS, tenemos información histórica de centrales de riesgo. También tenemos el historial de pago de servicios públicos como agua, luz o teléfono; también del agua de riego en las comisiones de regantes. Tenemos operadores de créditos identificados y entrenados en todo el país para hacer una inspección inmediata a los campos de cultivo que están geo-referenciados en el catastro rural. De modo que es perfectamente posible implementar una plataforma integrada de gestión crediticia en doce meses.
Un banco del siglo 21 que permita evaluar y otorgar créditos o garantías de créditos en menos de una semana, es un sueño posible. El agro lo necesita, y no hablamos del agro que según el BCR sólo llega al 5% del PBI; hablamos de toda la cadena agroalimentaria que suma producción primaria, transformación, servicios y encadenamientos inter-sectoriales que supera largamente el 25% del PBI del país.
Debemos pensar en cómo atender a los milenials (nacidos entre los años 1980 y 2000) en el campo para facilitar los procesos de diversificación productiva, valor agregado, comercialización, inversión e innovación; ellos ya están entrando a la cancha y nuestro banco que suele demorarse “alguito” para desembolsar un crédito, ni siquiera aparecería en sus radares.