Los desaciertos en 10 meses de decisiones presidenciales para la adecuada conducción del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) son el motivo de estas notas, en un momento crucial para la agricultura y el sistema agroalimentario nacional.
Ojalá esta vez se logre que quien asuma las responsabilidades sea honesto, sin antecedentes penales y capaz. Además, que sepa liderar y conformar un equipo de profesionales honestos y capaces con quienes trabajar. Ante la complejidad de la agenda, hoy más que nunca, un equipo de primera es la mejor fortaleza. Por lo tanto, deberá librarse de asesores que se infiltran por encargo de grupos de poder, recordando que cuando se es decente y probo, es menor el costo del error cometido por la reflexión propia, que el costo de acceder a un mal consejo motivado por intereses personales de gente deshonesta.
El ministro debe entender que la agricultura es y funciona como parte de un conglomerado en tres dimensiones: El medio rural, el sistema agroalimentario y los recursos naturales. Entender esto es condición sinequanon, para designar a alguien a cargo de este ministerio. Si no se entiende eso, quien ocupe el cargo seguirá trabajando en soledad, tratando de dar manotazos de ahogado desde el Midagri.
Dado el anterior reconocimiento, el ministro debe tener la capacidad para poner en práctica políticas que son de competencia del Midagri; como las de sanidad, de innovación y cambio tecnológico, de riego, de organización de los productores; y saber diferenciar de aquellas que cree que debe o puede manejar, sin tener la capacidad institucional para ello. Por ejemplo, pretender ejercer la rectoría sobre la ANA, desconociendo que estar adscrita al Midagri, no mutila su responsabilidad para ejercer la política de gestión integral de los recursos hídricos.
El ministro debe tener la capacidad para entender como las políticas de otros ministerios afectan al agro en sus interacciones en los tres sistemas referidos: Políticas de tributación, de salarios, de fomento de la inversión privada, de industrialización, de transporte, de inocuidad de los alimentos, de negociaciones internacionales, y la lista puede continuar. Por lo tanto, debe tener la capacidad para concertar con los otros ministros los ajustes en las políticas para que respondan a las necesidades del agro.
Además, considerando que el agro no está en Lima, sino en las regiones, el ministro debe tener la capacidad para articular las políticas nacionales con los objetivos y estructura institucional en las regiones. En dicha estructura las actuales precarias Direcciones Agrarias Regionales, deben pasar a tener capacidad para desempeñar un papel relevante. La relación del ministro con los gobernadores en los Gobiernos Regionales debe manejarlas para incidir en decisiones sobre a dónde va la inversión regional y como se generan condiciones para el mejor desempeño de los actores privados vinculados al agro; y así crear efectos multiplicadores en las economías rurales.
No menos importante, el ministro deberá entender cómo se gestan las políticas públicas, las leyes, decretos y reglamentos y cómo funciona la Comision de Agricultura en el Congreso. Debe dejar de disparar leyes como si con eso se cambia el caos existente. Pretender que un nuevo texto de ley cambia el mundo, sin entender cómo se aplicará, es un a utopía. También debe entender los alcances de la política pública y las responsabilidades de los entes del Estado y de las organizaciones de productores. En este último caso, contribuir a mejorar su capacidad es indispensable para hacerlos contraparte efectiva en la implementación de las políticas, como, por ejemplo, en el caso de las asociaciones de regantes y las cooperativas.
Y desde luego, siendo la agricultura la parte esencial del sistema agroalimentario, el ministro debe manejar en armonía las relaciones con las municipalidades, pero ojo que, en este caso, no debe dejarse transferir problemas para cuya solución no tiene mandato, ni herramientas. Por ejemplo, el acaparamiento de productos y la falta de inocuidad en los locales de los mercados.
Tener la capacidad de entender, concertar, negociar y de implementar medidas de política, haciendo un uso acucioso de los recursos, demanda de la persona a cargo del Midagri, buscar entre los miles de profesionales con experiencia, para asignarles la tarea. Desde luego que quien lo busque, escoja y designe, debe tener la capacidad para entender lo que el ministro debe entender y hacer.
Como en los últimos meses, la búsqueda y acierto para encontrar un buen ministro para el Midagri, parece haber sido tan difícil; tengamos fe que, como caso de excepción, el gobierno encuentra ahora la persona preparada para el cargo.
*Esta columna se escribió antes de la designación de Andrés Alencastre frente al Midagri