Por Miguel Pintado, investigador principal de CEPES
(Agraria.pe) Las cifras oficiales suelen concentrar la mirada en la evolución de la pobreza desde un enfoque monetario. Si bien este indicador es clave en la formulación de políticas públicas, no es suficiente para evaluar condiciones más estructurales que afectan a la población tales como la falta de desagüe, agua potable, hacinamiento, entre otras carencias que van más allá de lo estrictamente monetario. Precisamente, el enfoque integrado de la pobreza sí permite distinguir entre ambas dimensiones del problema (aspectos monetarios y no monetarios) permitiendo releer la evolución de la pobreza agraria.
Según este enfoque y a partir de la última Encuesta Nacional de Hogares, de los 2.3 millones de hogares agropecuarios en el país, el 10 % (240 mil hogares) son pobres crónicos, es decir, tienen carencias monetarias y no monetarias que todavía no logran superar; el 12 % (280 mil hogares) son pobres inerciales, es decir, ya superaron carencias monetarias, pero todavía tienen dificultades para satisfacer necesidades básicas estructurales tales como vivienda adecuada, saneamiento, educación, etc.; el 24 % (560 mil hogares) son pobres coyunturales, esto es, solo tienen carencias monetarias; en otras palabras, ya superaron sus necesidades más estructurales, pero en la actualidad tienen dificultades solo de tipo económico. Finalmente, el 54 % (1.2 millones) son no pobres, es decir, son hogares agropecuarios que no tienen dificultades ni de tipo monetaria ni no monetaria.
Esta es la fotografía actual de la pobreza agraria desde un enfoque integrado. Si vemos el video completo, es decir una mirada a través de los años, notamos algunas tendencias interesantes. Hay dos tendencias claras en la pobreza agraria en los últimos 10 años: una notable reducción del componente estructural de la pobreza (crónica e inercial) y un claro estancamiento del componente coyuntural, es decir, de aquella pobreza que solo involucra carencias monetarias.
La primera tendencia supone el mejoramiento en la satisfacción de las necesidades básicas más estructurales de las familias agropecuarias. En este punto, la presencia del Estado ha sido fundamental sobre en todo en el mejoramiento del saneamiento en áreas rurales cuyo presupuesto público se ha multiplicado por seis en el último periodo intercensal (2007-2017). Sin embargo, sobre la segunda tendencia (el estancamiento del componente coyuntural de la pobreza), todavía hay retos aún pendientes para el Estado como la ampliación de la cobertura digital, el mayor acceso al riego, la expansión de la asistencia técnica, entre otros desafíos que transcienden al sector agropecuario, pero que son claves de afrontar para un real desarrollo de la agricultura en el país.