La prensa escrita es un bien ilimitado, pueden existir tantos diarios como empresarios decididos a invertir. Esto no sucede con las tierras agrícolas que son finitas y en algún momento será casi inviable habilitar nuevas tierras; no obstante el Perú está muy lejos de llegar a este escenario.
Según el último Censo Agropecuario solo tenemos 2.26 millones de hectáreas bajo riego (el 2% de nuestro territorio). Nuestro gran reto debiera ser asegurar el agua para tener no menos de 5 millones de hectáreas bajo riego. Lo anterior implicaría duplicar nuestro potencial productivo agropecuario en superficie, las que adicionadas con tecnología y capital darían otro salto de productividad.
La demanda por alimentos en el Perú y en el mundo seguirá en aumento y debemos ser más agresivos por ganar nuevos mercados. En ese sentido, esperamos una buena implementación de las oficinas comerciales del Perú en el exterior, pero también debemos desarrollar nuestro mercado nacional para los productos locales y allí tenemos retos de desarrollo de oferta en algodón, maíz, trigo y oleaginosas.
También tenemos el reto de desarrollar mercados locales de mayor valor para los quesos (al igual que el "Pisco" debemos ganar una cultura de consumo de "quesos madurados"). Asimismo, debemos mejorar toda la cadena de crianza y beneficio de ganado de carne.
Todo esto y aún no hablamos de las tierras con pasturas para ganadería o el tema forestal que podría ganar millones de hectáreas manejadas empresarialmente. Aunque resulta irrisorio que el Ministerio de Agricultura y Riego (MINAGRI), se tenga que demorar cinco años para hacer un inventario forestal (a estándares de la época del caucho).
Regresando al tema de concentración de tierras: Aun sumando las tierras de los Grupos Gloria, Romero y Dyer no llegamos a 150 mil hectáreas (6% de la superficie bajo riego), es decir mucho menos de lo que tiene la SAIS Tupac Amaru en Junin (estas últimas sin riego permanente).
Necesitamos ampliar la frontera agrícola con nuevas irrigaciones y proyectos hidro-energéticos y en ese proceso no se han identificado y promovido proyectos más allá de los que venimos hablando en los últimos veinte años.
Pero para todo necesitamos inversiones, grandes y pequeñas. Resulta penoso que nuestro país se tenga que distraer en temas de coyuntura tan mínimos. Ni siquiera el tema del diferendo en La Haya debe ser más importante que nuestra agenda por el desarrollo. Los limites marítimos se resolverán temprano o tarde, pero demorar nuestro desarrollo es perder riqueza, perder oportunidades, mayor costo social y menos emprendimientos.
12 de enero del 2014