El día 15 de marzo se anuncia el estado de inmovilización social o "cuarentena" para todo el país, el mismo que regiría a partir del día siguiente. En ese momento, era obvio suponer que la gente correría a "stockearse" de productos de consumo masivo y los precios subirían de forma artificial; no porque haya escasez, sino porque las existencias de productos que estarían destinadas para una semana, se adquirirían en uno o dos días.
La primera semana de cuarentena sucedió así, subieron muchos precios de los productos en los mercados y se esperaba que continuaran subiendo cuando se estableció el "toque de queda". A pesar de que la agricultura es una actividad esencial y estaba permitida, la restricción al tránsito de carga (en industrias no autorizadas) y de personas podría afectar de forma importante el abastecimiento a los centros de abasto.
Al día de hoy, se percibe que los precios de alimentos, a nivel minorista, se mantienen en promedio estables, con una sensación de tranquilidad dado que uno de los principales insumos del diario comer, el pollo, ostenta precios más bajos de lo normal; su precio mayorista apenas llega a S/2.15 por kilo y en el mercado minorista, el pollo beneficiado se oferta entre cinco y seis soles por kilo.
Lo del pollo es un caso peculiar puesto que a menor precio debería haber una mayor demanda y se supone que la cuarentena aumentaría el consumo de alimentos en general; no obstante, al parecer el pollo tiene un importante consumo fuera de casa (i.e. pollo a la brasa, broaster de barrio, fast food) y una vez confinada la familia en casa, este consumo encuentra sustitutos o dietas con menor cantidad de ingesta del ave.
En adición, las redes sociales nos muestran una dura realidad, grupos de agricultores en diferentes regiones del país, que no pueden vender sus productos porque los precios no justifican ni siquiera cosecharlos.
Para acercarnos a entender lo anterior, vamos a analizar los precios a nivel mayorista (Mercado Mayorista de Lima) de una canasta de productos, comparando su variación desde el martes anterior a dictarse la cuarentena (10 de marzo) al martes actual (21 de abril). La tabla gráfica muestra que el precio del pollo ha bajado en un 58%, mientras que el arroz corriente ha subido en un 30%, la papa amarilla ha subido un 8%. El pollo, la papa y el arroz son esenciales en la dieta diaria del peruano, los otros productos ostentan variaciones alternas con ligera tendencia al alza.
Lo anterior hace ver que, a nivel mayorista, se percibe un manejo de la situación al grado de administrar el abastecimiento a la capital sin que ello llegue a saturar los mercados. En este escenario, los excedentes en el campo prácticamente tienen un valor cero, ya que deben ofertarse en los mercados locales que se encuentran saturados del producto de estación. En esta situación, los mercados itinerantes regionales que promueve el MINAGRI no tienen impacto; ya que los productos a ofertarse allí pueden llegar a mayor precio que en el mercadillo local, en momentos donde no existe desabastecimiento y hay presión de más oferta.
Lo anterior, no es una situación nueva, es una realidad que vemos año tras año; y lo hemos explicado antes: la pequeña agricultura des-coordinada y sin planificación, produce más de lo que consumen los peruanos. Esto tuvo una anterior comprobación cuando en los desastres, del Niño del 2017, se rompió el abastecimiento por la Carretera Central, luego se rompió el abastecimiento por la Panamericana Norte, a la altura de Trujillo, y los productos seguían llegando a los mercados mayoristas de Lima en cantidades superiores a las 5 mil toneladas diarias, en ese entonces solo escaseo el limón y algo de tomate.
En resumen, las pérdidas de la pequeña agricultura, dedicada a proveernos de alimentos, no son a consecuencia del COVID 19, sino una sobreoferta estructural que la viene sufriendo nuestro agro desde hace más de una década y que necesita medidas de corto, mediano y largo plazo para resolverla. Mi propuesta de estas medidas necesarias, las he sustentado en mi artículo anterior.