COLUMNA DE:
Fernando Cillóniz

Fernando Cillóniz

Presidente de la consultora Inform@cción
13 diciembre 2024 | 11:20 am Por: Fernando Cillóniz

¡Llegó el agua nueva!

¡Llegó el agua nueva!

La ansiada agua de avenida llegó. Tardó, pero llegó. Acaba de empezar la temporada de lluvias 2024 / 2025. La pregunta es ¿acaso la situación no se repite año a año – a finales de año – desde que tenemos uso de razón?

La respuesta es sí; todos los años es la misma historia. Me refiero a la desesperada espera por el agua nueva. Todos los años, los agricultores de Ica – y de todo el Perú – aguardamos con impaciencia el inicio de la temporada de lluvias. Y la impaciencia es tal, que recurrentemente – tal como acaba de ocurrir en Piura y Lambayeque – el Gobierno declara “oficialmente” la emergencia hídrica en el país… como si un decreto – que no es otra cosa que papel con tinta – pudiera traer el agua que tanto necesitamos los agricultores, para nuestros cultivos.

A ese respecto, yo prefiero – mil veces – más reservorios, que las consabidas Declaratorias de Emergencia que no sirven para nada… excepto para robar.

El hecho es que, a partir de ahora, los ríos se van a cargar – y superada la angustia por la espera del agua – pasaremos al segundo capítulo de la historia, cual es; la preocupación por los desbordes de ríos, o – lo que es peor – las inundaciones o huaicos. O sea, pasamos de un extremo a otro: de la sequía a las inundaciones.

Por ello, el desafío del agua es el siguiente: ¿qué hacer para tener agua en los estiajes? O mejor dicho ¿qué hacer para tener agua todo el año? ¿Y cómo hacer para tener control de la situación durante las avenidas? Y la respuesta es muy sencilla: reservorios, reservorios y más reservorios… tal como hicimos en Ica, durante el período 2015 – 2018.

Efectivamente, en aquel entonces construimos muchos reservorios – pequeños y medianos – desde las nacientes de nuestras cuencas hasta las partes bajas de nuestros valles. Asimismo, sembramos muchas plantaciones forestales y cercamos muchos pastizales para retener el agua de lluvias, y evitar la erosión de nuestras quebradas.

A ese respecto, debemos desterrar de nuestras mentes aquella idea de que sólo las grandes irrigaciones solucionarán nuestros problemas de escasez hídrica. Conste que no me opongo a los grandes reservorios… pero peor es nada. En todo caso, muchos pequeños y medianos reservorios – sumados – pueden almacenar tanta o más agua que pocos grandes reservorios. Por lo demás, las grandes irrigaciones son muy costosas y – por lo visto – de larguísimo plazo. Incluso, algunas nunca se construyen.

Tales son los casos de Majes-Siguas II, Pampas Verdes, Chinecas, Chavimochic III, Chancay-Lambayeque, Alto Piura, y demás.

Por lo demás, debemos trasvasar aguas sobrantes de cuencas que vierten al Atlántico, hacia cuencas deficitarias que vierten al Pacífico. Olmos… por ejemplo. Incluso, hay que trasvasar aguas sobrantes entre cuencas que vierten al Pacífico, como es el caso de Chavimochic en La Libertad. Para ello tenemos que establecer lo que hemos denominado “La Hermandad del Agua” entre la Costa y la Sierra.

¿En qué consiste la hermandad del agua? (1) En dialogar con respeto y cordialidad con nuestros pares andinos. (2) En crear los Consejos de Cuenca de manera equitativa. Es decir, con el mismo número de representantes de la Costa y de la Sierra. (3) En compartir las aguas trasvasadas y almacenadas a lo largo de todas las cuencas… de arriba abajo. (4) En mantener los ecosistemas naturales de nuestras cuencas; desde las nacientes hasta las desembocaduras. Y (5) en establecer un Canon Hídrico – que proviene de los impuestos que pagan las empresas agrarias de la Costa – para financiar los reservorios y plantaciones forestales antes mencionadas.

¿Por qué no se reglamenta la Ley de Canon Hídrico (Ley 31720) promulgada el 31 de marzo de 2023? Claramente, al Estado le importa un bledo la escasez de agua en el agro peruano.

Pero sigamos. Debemos infiltrar la mayor cantidad de agua posible durante las avenidas. Dar tomas libres en épocas de abundancia – levantar todas las compuertas – para que los agricultores rieguen sin ninguna limitación. Así rellenaríamos los acuíferos y guardaríamos agua para los estiajes. Incluso, debemos diferenciar las tarifas de agua según sean aguas de avenida o aguas reguladas. Las aguas de avenida deben costar poco… o nada, mientras que las aguas reguladas deben costar más.

Además, debemos tecnificar el riego (aspersores o goteros) para mejorar el uso del agua… sobre todo del agua regulada. Ciertamente, debemos explotar racionalmente los acuíferos mediante redes de pozos – ojalá, interconectados entre sí – para complementar las dotaciones de agua superficial, y poder regar todos los días del año.

Incluso, debemos tratar todas las aguas servidas (desagües) de todos los pueblos y ciudades del país, para volverlas aptas para uso agrícola. Tal como estamos haciendo en Ica y Arequipa, con excelentes resultados ambientales y agrícolas.

He ahí la política que propongo respecto al agua para nuestra agricultura. Una política orientada a aumentar la disponibilidad de agua – todo el año – sobre todo para la pequeña agricultura. Una política de mejora de la productividad y competitividad del agro a través de un vasto programa de Siembra y Cosecha de Agua; y la tecnificación del riego en todo el país.

La idea es cambiar la historia del agua en nuestro país, la cual podría sintetizarse así: mucha politiquería, muchas consultorías, mucha corrupción, mucha agua dulce perdida en el mar – incluso muchos huaicos e inundaciones – en las temporadas de lluvia. Sin embargo, muy pocos reservorios. Y – por ende – muy poca agua en los estiajes.