Hoy en el mundo una de cada tres personas padece malnutrición y, si no se toman medidas, una de cada dos podría padecerla de aquí al 2030 (esta situación se ha agravado con la actual crisis sanitaria). Este tema ha tenido gran exposición internacional gracias a la Agenda 2030, la Declaración de Roma sobre la Nutrición de 2014 y, posteriormente, el Decenio de las Naciones Unidas de Acción sobre la Nutrición 2016-2025.
La malnutrición en todas sus formas —desnutrición, carencias de micronutrientes, sobrepeso y obesidad— afecta en la actualidad a todos los países, ya sean de ingresos bajos, medianos o altos. Estas diversas formas de malnutrición pueden coexistir dentro de un mismo país o comunidad y dentro del mismo hogar y se vinculan entre sí, por lo que han de combatirse de manera conjunta.
¿Cómo la agricultura puede contribuir a afrontar esta problemática? Desde hace algunos años se viene generalizando la adopción de enfoques de intervenciones en la agricultura como estrategia para mejorar el estado nutricional de las poblaciones rurales. El marco conceptual y teórico en que éstas se desarrollan da lugar a efectos específicos y generales en la agricultura y nutrición. Entre los primeros, referidos a los que se generan por intervenciones en el sector agrícola, se encuentran: efectos específicos en el precio de los alimentos; autoconsumo de alimentos por producción propia; actividades de post cosecha; mejora en la disponibilidad de nutrientes; mejoramiento genético (nuevas variedades de alta calidad nutricional). Los tipos de intervenciones agricultura-nutrición pueden ser diversas: introducción de alimentos biofortificados; huertos familiares; mejoras en la calidad de la producción agrícola y promoción del consumo de alimentos de origen animal, entre otras. Las diferentes categorías de intervenciones generan efectos en distintos indicadores relacionados a la mejora de la nutrición en los hogares rurales.
En este contexto, uno de las alternativas que ofrece la agricultura es la biofortificación, que permite ampliar las variedades de alimentos básicos, mejorando la calidad de la dieta con niveles más altos de vitaminas y minerales, a través de la obtención convencional de nuevas variedades. Relacionado a esto, se tiene el hecho que los productos de la biodiversidad (por ejemplo, las variedades nativas) son una fuente natural importante de nutrientes y componentes funcionales y sobre lo cual se necesita desarrollar investigaciones para difundir su alto potencial. Por ejemplo, en algunas experiencias internacionales se ha encontrado que el consumo de camote con mayor contenido de beta-caroteno, un precursor de la vitamina A, disminuye la deficiencia de dicha vitamina en las poblaciones rurales donde el camote es un alimento diario.
En el caso peruano la pandemia por la COVID-19 ha evidenciado y agudizado muchos de los problemas preexistentes, sobre todo los que tienen que ver con la alimentación. La emergencia nacional y el aislamiento social han afectado a todos los peruanos en diferentes aspectos. Por un lado, el desempleo y la pobreza se han incrementado, y los servicios de salud han colapsado. Por otro lado, se ha evidenciado la fragilidad de la seguridad alimentaria en el país; una prueba de ello son los problemas en el transporte, distribución y acceso a alimentos originados por la crisis.
En este marco, la experiencia indica que se debe difundir un enfoque integrado que articule la agricultura, la nutrición, la salud humana y la generación de ingresos de los productores y sus familias. Este enfoque se debe orientar a mejorar la articulación entre los sistemas de producción y los sistemas agroalimentarios en zonas agrícolas vulnerables mediante intervenciones multidisciplinarias con una serie de socios nacionales de investigación y desarrollo, incluyendo el MIDIS, MIDAGRI, MINSA, INIA, Gobiernos Regionales, Gobiernos Locales, empresas, gastronomía y otros actores según las zonas de intervención. Se debe buscar sacar un mejor provecho de los sistemas de producción andinos, columna vertebral de la alimentación de las poblaciones rurales en las regiones altoandinas
Perú en los últimos años había realizado importantes avances en el manejo de la malnutrición y es clave multiplicar los esfuerzos para evitar retrocesos en los logros ya obtenidos y reducir, además, el impacto de la pandemia en la población, sobre todo en las familias vulnerables en las zonas rurales, que requieren especial protección y cuyas acciones se desarrollan en un entorno donde la actividad agraria es la principal fuente de alimentos e ingresos.