Por: Alejandro Fuentes, gerente general de TALSA Agroexport
(Agraria.pe) Uno de los aspectos más importantes para fomentar el crecimiento sostenido de la agricultura en el Perú es la incorporación de miles de pequeños y medianos productores en la cadena agroexportadora. Esto le permite al agricultor diversificar riesgos al no depender exclusivamente del mercado nacional y elevar sus estándares al tener que incorporar buenas prácticas agrícolas dentro de la gestión de sus campos por exigencia de los compradores extranjeros, ejemplo de ello es la certificación GlobalGAP.
En nuestro país, el pequeño y mediano agricultor está enfocado en la producción de cultivos rotativos como arroz, maíz, papa, que por lo general son poco rentables y que están destinados únicamente al mercado nacional. Al ser de consumo interno, se ven afectados por la coyuntura social, política y económica del país.
A diferencia de los cultivos rotativos, los cultivos para exportación, que usualmente son permanentes, sus precios son más estables, tienen un mejor rendimiento económico para el productor y una ventana más grande de comercialización al dirigirse a varios países.
Sin embargo, el inconveniente del cultivo para exportación es que demora entre dos a tres años en empezar a producir frutos. Durante ese periodo de tiempo, el productor no recibe un retorno económico. Aquí es donde la empresa privada junto con el Midagri y los gobiernos regionales debemos trabajar de manera articulada para apoyar al agricultor que decide hacer esta transición de un cultivo rotativo a un cultivo permanente con mayor rentabilidad.
Un ejemplo claro de este cambio es lo que viene sucediendo con el cultivo de palta Hass en diferentes zonas del Perú, como la quebrada de Otoca, en Ica. Hace 10 años, el cultivo en esta quebrada se componía por un 50% alfalfa, 30% maíz y solo un 20% palta. Hoy, el 90% es palta Hass. Esa transformación se ha dado, en gran medida, por iniciativa de algunos gobiernos distritales y por el esfuerzo del pequeño y mediano productor.
Otro ejemplo de este fenómeno es el Valle de Torobamba en Ayacucho, Mollepata y Limatambo en Cuzco, Circa, Tintay y Pichirhua en Apurímac.
Gracias a estas iniciativas, el Perú se ha convertido en el principal abastecedor de palta Hass en Europa y el segundo mayor productor y exportador a nivel mundial, con un crecimiento del 9% en volumen respecto al año pasado, según la Asociación de Productores de Palta Hass del Perú (ProHass). La palta Hass no es el único ejemplo, también hay un esfuerzo importante en la producción de mango, kion, banano orgánico, quinua, café, cacao, etc., donde ya participan de manera importante los pequeños y medianos productores.
En muchos casos, estos agricultores cuentan con las mejores tierras del Perú, con la mejor calidad de agua y con los mejores climas. El problema es que, al estar en zonas de difícil acceso, no cuentan con los medios ni la información necesaria para empezar a exportar. Además, les falta aquello con lo que las empresas cuentan: conocimiento agrícola y de proceso, tecnología, acceso a mercados internacionales y capital de trabajo.
Precisamente, nosotros en TALSA Agroexport identificamos este potencial y nos dimos la tarea, desde el 2018, de apostar por los socios productores que se encuentran en las zonas más alejadas del Perú. Además, nuestra propuesta de valor va bastante más allá del acopio, puesto que guiamos a nuestros productores en la obtención de certificaciones internacionales, los ayudamos a formalizarse y elevamos su competitividad a través de asesorías técnicas gratuitas durante todo el año.
Desde el sector privado y público, es clave empezar a incorporar más aceleradamente al pequeño y mediano productor en la cadena agroindustrial, a través de programas que permitan a las empresas agroindustriales compartir con ellos su conocimiento técnico agronómico, de procesamiento y de gestión, así como su conocimiento sobre los mercados nacionales e internacionales.
Este trabajo articulado ayudará de manera importante en: la formalización del sector agrícola, la promoción de la certificación de los cultivos, la incorporación de las mejoras prácticas agrícolas y de procesamiento y, en definitiva, en mejorar la calidad de vida de los pequeños y medianos productores peruanos.