Por Laureano del Castillo, director ejecutivo de CEPES.
(Agraria.pe) El Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) informa que la producción agraria a abril de este año, respecto de abril de 2022, cayó en 14.2% (y la producción agrícola cayó en 20.2 %), mientras que hace unas semanas el INEI dio cuenta de las cifras de la pobreza en 2022, con lo que sabemos que 4 de cada 10 agricultores se encuentra en situación de pobreza. Este sombrío panorama se presenta luego de una serie de eventos consecutivos: los años de pandemia por la Covid-19, carestía y escasez de fertilizantes químicos, sequía, el ciclón Yaku y el Niño Costero, entre los principales. Se acaba de anunciar que El Niño Global ya empezó a desarrollarse, con la cuota de incertidumbre que acarrea para los siguientes meses.
Aunque en el lenguaje de las normas legales y documentos oficiales en los últimos años se prefiere hablar de los “productores agrarios”, no olvidemos que, conforme a la información oficial, el 97%, de las más de 2 millones doscientas mil unidades agropecuarias, hacen parte de la agricultura familiar. Pero tampoco perdamos de vista que, conforme al XII Censo de Población y al VII Censo de Vivienda, ejecutados en 2017, la población rural es de casi 6.070.000 personas, mientras que, según las mismas fuentes, casi 6 millones de peruanos y peruanas se autoidentifican como parte de un pueblo indígena u originario.
Recordemos que el 24 de junio de 1969, en el discurso con el que se anunció la dación de la Ley de Reforma Agraria, se eliminó el término “indígena”, reemplazándolo por campesino. Más allá de los nombres (indígena, campesino, agricultor o productor agrario), lo cierto es que los hombres y mujeres dedicados a trabajar la tierra y que nos proveen de alimentos a los más de 33 millones de peruanos, vienen atravesando una severa crisis, que viene pone en mayor riesgo nuestra seguridad alimentaria.
Pero si la crisis es agroalimentaria, debemos concentrarnos, no solo en esta fecha, en aplicar políticas públicas adecuadas y eficientes para evitar que siga la descapitalización de estas familias peruanas y la erosión de su cultura.
En esta semana, en que nos enteramos de que el mejor restaurante del mundo es peruano, no olvidemos que su propietario, Virgilio Martínez, destaca la importancia de la agrobiodiversidad de nuestro país como uno de los elementos de su éxito. Los garantes de esa riqueza son justamente los hombres y mujeres dedicados a cuidarla y preservarla, como parte de nuestra herencia cultural, tantas veces despreciada.