El Parque de la Papa es una iniciativa de conservación y manejo de la biodiversidad a cargo de cinco comunidades quechua-hablantes de Pisac, a más de tres mil metros de altura. Uno de sus objetivos es preservar las papas cultivadas ancestrales y sus parientes silvestres para beneficio de las actuales y futuras generaciones.
(Agraria.pe) Los trabajos de conservación de la gran biodiversidad de papa que se realizan en el Parque de la Papa, ubicado en el Valle Sagrado de los Incas (Cusco), fueron mostrados –a través de un día de campo- a la prensa nacional e internacional y a representantes de instituciones regionales y nacionales relacionadas con este tubérculo.
El evento, realizado el 28 de mayo, fue parte de las celebraciones organizadas por el Centro Internacional de la Papa (CIP) por su 45 aniversario, en el marco de los festejos por el Día Nacional de la Papa, y es organizada por la Asociación de Comunidades del Parque de la Papa.
Durante el día de campo, investigadores del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA-Cusco) entregaron a representantes del parque, papas biofortificadas desarrolladas conjuntamente con el área de mejoramiento genético del CIP, destinadas a mejorar la nutrición local.
El Parque de la Papa es una iniciativa de conservación y manejo de la biodiversidad a cargo de cinco comunidades quechua-hablantes de Pisac, a más de tres mil metros de altura. Uno de sus objetivos es preservar las papas cultivadas ancestrales y sus parientes silvestres para beneficio de las actuales y futuras generaciones. Es una de las pocas iniciativas en el mundo donde los pobladores gestionan y protegen los recursos biológicos con conocimiento tradicional y ayuda de la ciencia.
Los “papa arariwa” (guardianes de la papa) son un ejemplo: ellos conforman un grupo de agricultores con conocimientos científico-tradicionales que aplican para preservar el cultivo en su centro de biodiversidad.
La Asociación Andes, que promueve la formación de áreas de patrimonio biocultural indígena en todo el mundo, apoya al parque en su propuesta de conservación para el desarrollo. Asimismo, es un socio muy valioso del CIP, con quien comparte la visión de preservar la papa en su centro de origen y el conocimiento tradicional asociado, resguardando al mismo tiempo sus medios de vida y tradiciones.
El CIP colabora formalmente con el parque desde diciembre de 2004, cuando se suscribió el primer acuerdo de colaboración de 5 años, que fue el inicio de una alianza de largo plazo entre el CIP, el Parque de la Papa y la Asociación Andes. A partir de entonces, desde el banco de germoplasma del centro se han repatriado a las comunidades del parque más de 400 variedades nativas de papa que han permitido restablecer y complementar la diversidad de la papa cultivada actualmente en la región del Cusco.
Esta repatriación de semilla sana ha contribuido, asimismo, a restaurar la productividad de las papas nativas, lo que se traduce en más alimento para las familias y mejores posibilidades de ingresos económicos.
“El convenio resalta la importancia de los procesos de complementariedad y reciprocidad para una conexión legítima, transparente y constructiva entre el conocimiento tradicional y la ciencia que favorecen la sostenibilidad”, indica Alejandro Argumedo, de la Asociación Andes.
“Un ejemplo es la forma en la que el parque de la papa y el CIP colaboran en la generación de nuevos conocimientos e innovaciones que refuerzan el papel de la papa nativa en la adaptación a la variabilidad climática y al mantenimiento de los medios de vida locales”, añade Argumedo.
Como prueba del beneficio de esta alianza, durante el día de campo las tres partes renovaron el acuerdo para un tercer período de 5 años más. Algunos proyectos a profundizar en esta nueva etapa serán el monitoreo del cambio climático en el valle, su impacto sobre el cultivo de papa y el desarrollo conjunto de estrategias que ayuden a los agricultores a adaptarse al cambio climático, lo que incluye la producción de papas tolerantes a sus efectos.
“El cambio climático ya se percibe en el Parque de la Papa –señala René Gómez, curador del Banco de Germoplasma del CIP– pues hace más de 30 años las papas tradicionales crecían como a 150 metros más abajo, ahora los agricultores tienen que sembrar cada vez a más altura, porque las plagas y enfermedades dañinas para el cultivo natural de la papa, y que antes vivían a menor altitud, ahora suben junto con el aumento de la temperatura”.
“Ello presenta grandes desafíos para la investigación porque más arriba ya no hay más territorio: Si se migra al límite superior de la frontera agrícola, se disminuye la superficie cultivada. Considerando este serio problema, se deben usar tecnologías que nos permitan aprovechar mejor los genes de las diversas variedades y validar muchos conocimientos ancestrales que han permitido que el cultivo subsista a través de miles de años”, añade.
“El CIP seguirá prestando toda la colaboración y poniendo lo mejor de sus conocimientos y técnicas. El parque constituye un invalorable laboratorio natural para poder desarrollar o comprobar las investigaciones en las actuales condiciones cambiantes”, subraya por su parte la directora general del CIP, Bárbara Wells.