CGIAR: Es necesario que el mundo se dirija hacia una agricultura inteligente, es decir al uso de nuevas variedades tolerantes a la sequía, o el empleo de pronósticos climáticos estacionales, para adaptar el manejo de los cultivos de manera específica
Por: Raúl Yaipén Carranza
Lima, 05 Noviembre 2012 (Agraria.pe) Las labores agropecuarias y la producción de alimentos generan 17,000 megatoneladas de dióxido de carbono (CO2), lo que significaría hasta el 29% de las emisiones de gases que recalientan la atmosfera, según alertaron los científicos del Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional (CGIAR, por sus siglas en inglés).
Asimismo, precisaron que la temperatura global y la alteración de las lluvias afectarían la producción de alimentos (maíz, arroz y trigo), estimando que hacia el 2050, los cambios climáticos causarían daños en un 13% de las áreas de cultivo en países en desarrollo.
Consecuencias
Del mismo modo, detallaron que las alzas de temperatura y los cambios en la cantidad y patrones de precipitaciones cambiarán – inevitablemente - la naturaleza de las estaciones de siembra en algunos lugares y la compatibilidad con cultivos específicos. Por ejemplo, la papa que podría ser trasladada hacia terrenos más elevados (frescos).
Cambios
En ese sentido, los especialistas sostienen que la variación en los costos de los alimentos sería una de los principales cambios, considerándose que en países industriales, se debería priorizar la reducción del consumo excesivo de ciertos alimentos y abatir el desperdicio de los mismos.
Por otro lado, especificaron que en países en desarrollo, las organizaciones de investigación, deberían reflexionar sobre cómo ayudar a los productores a sembrar y emplear nuevos cultivos sobre los que tienen poca o nula experiencia, diversificando sus dietas cuando sea necesario.
Hacia una agricultura inteligente
Finalmente, precisaron que los pequeños agricultores poseen amplia experiencia, pero el ritmo de los cambios determina que muchos de ellos deban operar en condiciones que ya les resultan poco familiares. “Por lo que en esos casos, las tecnologías probadas y los conocimientos científicos podrán contribuir a mejorar la seguridad alimentaria”.
“Eso implica el uso de nuevas variedades tolerantes a la sequía o el empleo de pronósticos climáticos estacionales, para adaptar el manejo de los cultivos de manera específica. En definitiva, ayudarlos a caminar hacia una agricultura inteligente y resiliente”, concluyeron.