(Agraria.pe) El 20 de noviembre se llevó a cabo por primera vez el Foro “Perú Camino a una Agricultura Sustentable”, organizado por la Cámara de Comercio de Lima a través de su gremio de protección de cultivos – Protec. En la cita participaron diversas personalidades del ámbito agrícola del país, quienes a través de un panel dejaron sus impresiones sobre la actualidad y los retos de sustentabilidad de esta actividad clave de la economía peruana.
Liliana Aragón, decana de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM) propuso el entendimiento de que así como el Perú es megadiverso, su agricultura es muy variada, por lo que los enfoques de enseñanza tienen que considerar las particularidades de zonas como la altoandina y la selva.
Es una visión que la facultad en la que trabaja tuvo ya en 2006 cuando lanzó la Maestría y Doctorado en Agricultura Sustentable, iniciativa de la cual surgieron trabajos de investigación en varios cultivos y regiones. Es una experiencia que demuestra, dijo, que la academia puede ser el socio estratégico que el sector requiere.
Sin embargo, se trata de un esfuerzo al que deben sumarse el gobierno y el sector privado para lograr mejores resultados, más articulados, ya que lo que establezca el Ministerio de Agricultura como políticas debe ser compartido por los empresarios y la academia.
Sobre si el sector está bien encaminado, fue enfática: “Sí, vamos hacia una agricultura sustentable en el Perú”. Y recordó a ese propósito casos destacables como los paltos que ya se siembran sin quitar tierras ni malgastar el agua o las campañas de responsabilidad social con los niños para que estos influyan a sus padres -como sucedió en Chancay- en el sentido de ser cuidadosos con el manejo y disposición de los envases de agroquímicos.
A su turno, Pedro Molina, director de la Subdirección de Inocuidad Agroalimentaria del Sensa, recordó que en el país existen alrededor de 2 millones de pequeños productores a los que hay que dar mayor relieve. Es una realidad que ha ido paralela a la historia que empezó a escribirse en el año 2000 cuando arrancó el boom de la agricultura grande y mediana que se apoya en la tecnología para crecer y obtener productos de calidad. “En un comienzo el tema era para nosotros ver cómo llega el producto a un mercado sin plagas ni enfermedades”, acotó. Un ímpetu que fue impulsado por entidades como el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, y Promperú.
Ya con esos mercados abiertos, la tarea ahora es que se inserten cada vez más pequeños productores con un trabajo en el manejo integrado de plagas para que los alimentos que todo el país produce cumplan los requisitos de sanidad e inocuidad agroalimentaria. Son temas, propuso, que deben abordarse en la currícula universitaria para un desarrollo amplio.
En tanto, resaltó que el Senasa se mantiene en su objetivo de erradicar la mosca de la fruta hacia el 2023. Por ahora, se están consolidando las áreas ya libres en el centro y el sur. Se trata de un esfuerzo de 400 millones de soles que se desplegará especialmente en el norte peruano y que irá acompañado de campañas con la industria agroquímica para tomar acciones como ir retirarndo los plaguicidas altamente peligrosos.
Cambio de paradigma
El eje sobre el que debe girar esta problemática en conjunto lo presentó Gonzalo Tejada, representante de la FAO en el Perú: la agricultura, no solo en el país, sino en el mundo, tiene que cambiar de paradigma. Y planteó preguntas provocadoras: “¿En 50 años, Ica seguirá exportando frutas de la misma manera?, ¿en 50 años podremos exportar mangos de piura como hoy?”.
La sostenibilidad se tiene que pensar en esos retos de largos plazo, superando el enfoque de una actividad puramente económica sino reconociéndola como agente que impacta a la sociedad en su conjunto. La falta de esta perspectiva se nota, sostuvo, en que se ha abusado del uso de plaguicidas y fertilizantes, y en que no se ha hablado suficiente sobre la distribución equitativa de los recursos que genera la actividad en todos los componentes de la cadena agrícola.
Reconoció que este cambio es complejo, aunque suene académicamente fácil, pero hay que ir generando las condiciones a partir del rediseño de políticas, algo que tiene visos positivos con noticias como que el Gobierno tiene entre sus prioridades la seguridad alimentaria, lo que significa acceso a alimentos no solo en cantidad suficiente, sino de calidad. “Esto implica la revisión de políticas que tienen que ver con la agricultura, los mercados, cómo circulan los bienes alimentarios en el país. La agroexportación es una gran posibilidad para algunos productores, pero también hay que pensar en el consumo interno”, señaló. Y en este afán no se necesita apelar a la innovación desde la parte tecnológica, sino a reexaminar realidades como que al país ingresan cereales mientras se produce quinua y se importa maíz amarillo duro mientras casi se tiene el mismo nivel de maíz amiláceo.
Así, el trabajo tiene que dirigirse particularmente a ese gran universo de agricultores familiares, generando servicios que les permitan mejorar sus estándares ya que se encargan de la producción del 80% de alimentos que se consumen en las ciudades. Con elementos tan ubicuos como el teléfono celular, este gran segmento podría acceder a información que le ayudaría a cambiar su realidad. Es una concatenación de iniciativas positivas que deben organizarse y buscar como objetivo final que los productos que se dirigen al mercado local sean tan buenos como los que se exportan.
Finalmente, Rubén Carrasco, presidente de Protec, enmarcó la discusión en la cada vez más grande demanda de alimentos a causa de la explosión demográfica mundial, con los desafíos que eso significará para unas áreas cultivables que no crecen a ese ritmo. En ese paranoma se requiere de tecnología e innovación con inclusión para la costa, sierra y selva. “Hoy hay 90% de informalidad en el sector agrícola…hay muchos puntos por trabajar, pero no en direcciones distintas. Perú es un país de oportunidades, tenemos clima y recursos maravillosos. Hay una agricultura potencial pues tenemos desiertos sobre los que sabemos sembrar”, refirió.
En esta expectativa, apuntó que con los próximos proyectos de irrigación se puede incrementar en 200 mil hectáreas cultivables del país, pero siempre que se supere el minifundismo que hoy representa el 70% en nuestro territorio.