(Agraria.pe) En el sur, los agricultores cruzan sus manos y miran al cielo clamando que llueva; y en el norte ocurre lo contrario: ruegan que no llueva tanto. Son las caras de una misma moneda, que reflejan el drama que viven los productores del campo.
Este año, como no ocurría desde 1997, el Producto Bruto Interno Agrario caerá en -3.4% debido, entre otros factores, a una inclemente sequía en el sur y a las lluvias e inundaciones en el norte.
Los efectos de estos cambios climáticos estallaron en el reciente verano con el ciclón Yaku y el Niño Costero que ahondaron el calentamiento del mar.
Drama compartido
En el norte, los productores y la agricultura familiar de subsistencia, azotados por lluvias e inundaciones, perdieron sus cultivos, maquinarias e inversiones. En esta región, predomina la Corriente El Niño, de aguas cálidas, que recorren la costa, provocando precipitaciones pluviales.
En el sur, por ejemplo, el sistema de represas en Arequipa empezó a secarse y las juntas de usuarios se vieron obligadas a reducir drásticamente sus cultivos para graduar el agua. Asimismo, sus costas son afectadas por la corriente de Humboldt, de aguas frías, que producen sequías en el territorio cercano.
Frente a este dramático panorama, los agricultores peruanos recurrieron a préstamos de la banca privada para reanudar sus tareas agrarias. El Estado también acudió en su apoyo con tres series de Fertiabonos, los cuales finalmente sirvieron más en limpieza de quebradas y ríos.
Existe una angustia generalizada en el agro porque un alto porcentaje de productores está endeudado. Miles afirman que si se repiten los factores climáticos en el actual verano no podrán resistir más y abandonarán sus tierras.
Año calamitoso
Si bien la última gran crisis agraria ocurrió en 1997, este año fue particularmente dramático por cuatro razones. 1) Los efectos de la pandemia; 2) La guerra EEUU- Hamás con desabastecimiento de fertilizantes; 3) Los fenómenos climáticos: y, 4) La recesión.
Fuente: Expreso