Las colas en los hospitales públicos constituyen la más grotesca expresión de indolencia humana. Efectivamente, quienes hacen cola no son –precisamente– jovencitos que pugnan por comprar una entrada para un partido de fútbol o un concierto. Al contrario, en su gran mayoría son adultos mayores que requieren atención por alguna enfermedad. ¡Cómo es posible que a los funcionarios de dichos hospitales no les afecte el dolor de las personas que hacen colas y que, generalmente, pasan toda la noche a la intemperie! Es verdad que la precariedad de muchos hospitales y la desmotivación del personal médico inciden en esta suerte de deshumanización del servicio de la salud, pero para eso están las autoridades: para tratar mejor a los médicos y enfermeras, y para que estos cambien la indolencia por calidad y calidez en el servicio de la salud. ¡No a la indolencia en los hospitales!
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