Fernando Cillóniz
Hace tiempo que vengo escuchando que con el calentamiento global habrá escasez de agua para la humanidad. Para estos videntes de desdichas, la agricultura peruana y, particularmente, la agricultura de la sierra sur están condenadas a una devastadora sequía apocalíptica. El problema es que, luego de los anuncios agoreros, con titulares en primeras planas de los periódicos por todos lados, no solo no aparece la anunciada sequía, sino que ocurre todo lo contrario; los ríos están de bote a bote –inclusive algunos se desbordan– y las carreteras se interrumpen como consecuencia de los huaicos. Nada que ver con la sequía. Al contrario, todo lo que ocurre es secuela del exceso de lluvias. Ciertamente, hay que lamentar los daños causados por las inundaciones y el hecho de que las carreteras se vean interrumpidas. Pero, por otro lado, hay que celebrar que los ríos están llenos de agua y que las lagunas y los acuíferos se están rellenando. El año 2012 –al igual que 2011– es otro año de agua.
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