19 noviembre 2018 | 08:31 am Por: Edwin Ramos

Sostuvo Ximena Olmos, vocera de la CEPAL

Si la producción de alimentos es sostenible, el consumo también debería serlo

Si la producción de alimentos es sostenible, el consumo también debería serlo

Cada vez es mayor la exigencia de que todas las fases de producción y consumo de los alimentos cuenten con certificaciones de tipo ambiental y social. Hay muy buenos  ejemplos pero también muchos desafíos por superar aún. El café es uno de los sectores que más ha avanzado.

(Agraria.pe) Muchas de las emisiones de dióxido de carbono se generan en la producción de bienes que no necesariamente irán al mercado del país que las generó. Por ello, hoy existe la noción de una responsabilidad compartida que va más allá de los límites geográficos, explica Ximena Olmos, vocera de la División de Comercio Internacional e Integración de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –CEPAL.

Este es un concepto que está en auge en el entorno de la producción agrícola, señala, ya que existen recursos preciados como el agua se contaminan o pierden en la producción de alimentos que se expenderán en otras latitudes, afectando sus entornos naturales originales. 

Así, la especialista refiere que existen hoy esquemas que certifican en el comercio la huella de carbono, la huella hídrica y de deforestación en la producción agrícola para exportación, que buscan garantizar al consumidor final la sostenibilidad de dicho bien.

Asimismo, ha cobrado relevancia el tema de las condiciones sociales en que se ejerce el trabajo agrícola, lo que se denomina “huella laboral” y que busca eliminar las malas condiciones laborales. “El mercado está pidiendo a los productores explicaciones sobre cómo trabajan para disminuir esto en sus actividades”, apunta.

En este ecosistema de consciencia sobre el impacto del sector productivo es que entre los años 2000 a 2015 se ha generado un boom de esquemas con indicadores que miden todos los daños posibles en diversas industrias. En este ámbito, el sector productivo que mayor cantidad de certificaciones tiene es el agrícola, lo que se explica por su “multidimensionalidad”. 

Esta multiplicidad de certificaciones estaría ocasionando sin embargo, observa la vocera de la  CEPAL, que muchas veces al consumidor final no le quede muy claro el impacto real de lo que se le pretende informar, por lo que se está tratando de homogenizar los esquemas. 

Es desde 2007 en adelante que estos sellos empezaron a convertirse en requisito ineludible en diversos mercados, lo que ha llevado a que sectores productivos tan amplios como el del café desarrollen sus propios esquemas.

“En Latinoamérica todos los países exportan alimentos, existen modelos de agricultura campesina, cooperativas y grandes empresas, es indispensable para ellos ser competitivos. Y se muestra que el sector que tiene más producción certificada es el café a nivel de toda la región, le sigue la soya y luego el azúcar de caña. Todos tienen esquemas particulares”, desarrolla Olmos. 

En el caso del café sin embargo sostiene que si bien hay una importante producción sostenible del grano en América Latina, su comercialización y su consumo no van a la par (“Sabemos que la compra de café sostenible es mucho menor a la producción de café sostenible”). Y es que se trata de pensar en cada una de las etapas de esta cadena productiva, incluyendo no solo la producción sino su transporte y consumo, factores de los cuales el cliente final no es consciente.

Otro ejemplo que resaltó fue el de la industria de flores de Colombia, que desarrolló también su propio esquema y que incluye todos los aspectos ambientales y sociales, generando un código llamado “Sello Flor Verde”, con el cual, junto a otros países emergentes como Kenia y Etiopía, compite a nivel mundial en este mercado frente a los reconocidos productores holandeses.

Por ello, desde su postura como representante de la CEPAL, Ximena Olmos pidió que los países se involucren de manera integral en los esquemas de comercio justo, ya que es una herramienta para incentivar el desarrollo y consumo sostenibles.

“La lógica indica que cuando la producción es sostenible el consumo también debería serlo, pero los desafíos son grandes y requieren de alianzas público-privadas, además de aportes de la academia, porque el conocimiento científico es importante como respaldo”, finaliza.