COLUMNA DE:
Sandro Barreto

Sandro Barreto

26 octubre 2015 | 10:30 am Por: Sandro Barreto

Las crisis organizacionales y el auténtico liderazgo directivo (C6)

Las crisis organizacionales y el auténtico liderazgo directivo (C6)
Una de las mejores analogías que permiten graficar una crisis la he encontrado en los funambulistas o personas capaces de caminar, de un extremo a otro, por una delgada cuerda o alambre que se encuentra suspendido a cierta altura. La tarea no es sencilla porque requiere de mucho conocimiento y criterio para determinar “por qué se hace”, de equilibrio para establecer “el cómo se hace” y de coraje para elegir “el qué se hace”, pues un movimiento errado puede generar la caída y dejar al sujeto (léase organización) seriamente lesionado o muerto.

El pasado jueves 22 por la noche hemos podido ver en Facebook un video que mostró a un empleado de la empresa de seguridad Liderman (J&V Resguardo SAC) robando equipaje en el aeropuerto de Pucallpa, lo cual desencadenó una crisis que Javier Calvo Pérez, fundador de la empresa y “guardián de la cultura Liderman”, tuvo que afrontar de inmediato, aceptando la responsabilidad sin ningún tipo de reparo. En su cuenta de Twitter escribió: “Cuando un trabajador nuestro falla, la responsabilidad es del Líder; en este caso, la asumo”

Todo directivo debe estar consciente de que ante el surgimiento de cualquier tipo de crisis no hay mejor remedio que afrontarla; es decir, debe cruzar la delgada cuerda en la que la crisis ha ubicado a su organización para llegar a un lugar seguro y estable, de manera que los integrantes de la organización, con el fortalecimiento que deja la lección aprendida, puedan continuar con sus programas de crecimiento y  desarrollo con mayor solidez de la que existía antes de que se presente la crisis. La magnitud de la crisis puede compararse a la altura en que se encuentra ubicada la cuerda o alambre, ya que mientras más intensa es la crisis, la altura desde la que puede caer y las obvias  consecuencias de esa caída serán mayores. Otro elemento que eleva la magnitud de la crisis es el tiempo de respuesta; mientras más se demore en enfrentar la crisis la dimensión de la misma se incrementará y las secuelas de una caída serán mayores. Finalmente el tercer elemento que puede elevar o aminorar la magnitud de la crisis, es la calidad de la respuesta.

Por otro lado el directivo o funambulista, debe determinar claramente su objetivo antes de cruzar la cuerda, los elementos que debe utilizar para mantener el equilibrio emocional e intelectual que la situación amerita, los pasos que debe dar y la velocidad de los mismos para resolver el desafío exitosamente.

Las crisis no solo son “bajo techo”; es decir en el reservado frente interno de la organización. También se presentan crisis “al aire libre” (como en el caso de Liderman), donde los vientos de los clientes, competidores, comunidad, medios de comunicación, autoridades y otros grupos de interés externos a la organización no solo están a la expectativa, sino que en algunos casos generan “torbellinos” que apuestan a que la organización “se caiga” y colapse.

Para afrontar la crisis se requiere, además de inteligencia y coraje, evidenciar en cada paso o acción que se tome los valores nucleares que queremos que sean el ADN de la cultura organizacional  y que, en buena cuenta, minimizarán la aparición de nuevas crisis.

La reacción más usual en nuestro medio, ante la aparición de una crisis, es que el directivo se victimice, busque culpables, proteja sus intereses (su propio pellejo) y que no corrija la “falla madre”. Lo inusual es que el directivo de la cara y que, aunque “su pellejo” esté en juego, haga todo lo sensato para salvar y fortalecer a su organización.  A esto último, que es tan valioso y tan escaso, lo he llamado C6 = Compromiso, Convicción, Criterio, Confianza, Coherencia y Cojones.

Gracias al liderazgo de Javier Calvo, no tengo la menor duda de que su organización saldrá fortalecida de esta crisis y que con seguridad nos compartirá su aprendizaje en algún momento, tal como lo ha hecho con su libro “La oreja en el piso”.

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